Desde hace tiempo se sabe que la gente que no disfruta del conjunto de su potencial sexual, que por diversas razones él mismo y la sociedad le ha ido imponiendo, vive condenado a cierta parálisis, disfunciones mentales y físicas. Los beneficios que aporta son múltiples, entre ellos, la satisfacción de necesidades, de la intimidad, la cercanía, el tú y yo, la comunicación emocional, la oportunidad de expresarse desde el sentir, las emociones y la afectividad. También se suma la autorrealización, el poder dar y recibir, el sentimiento de contacto, caricias, ternura, de experimentar y compartir la pasión del placer y del amor.

La sexualidad integral implica una sexualidad libre y ampliamente entendida, con unas claves de funcionamiento que respeten a los demás. Eliminando de la vida los abusos sexuales de todos los tipos, exclusión de todo lo que sea explotación, coerción o manipulación. Al fin la libertad sexual implica una forma de convivencia social, que permita relacionarse con los demás, desde una dimensión humana evolucionada y madura. Además es imprescindible la toma de decisiones relacionadas con la sexualidad, en el marco histórico y contextual donde toca vivir, combinado con la ética personal, el ser proactivo de la propia vida y la sexualidad. Que nadie imponga o convenza de lo que no se desea hacer, el sujeto decide si disfruta de su cuerpo, y cómo. Al elegir las preferencias, no existe sometimiento o violencia, agresiones, torturas o mutilaciones.

La integridad está primero, comenzando por el propio cuerpo. Sí importa la seguridad sexual, protegerse, que nadie lo impida. Así mismo las personas son libres para decidir con autonomía, el tipo de vida sexual que prefieren, sin imposición de otras voluntades, con derecho a elegir y decidir, viviendo y dejando vivir.

El respeto comienza por guardar silencio, tan vulnerado hoy en las redes sociales, puesto que las experiencias del amor compartido en los momentos de pasión, no tienen por qué ser publicadas, si los dos no están de acuerdo. Y es que el derecho a la privacidad es propio de cada persona, y más en el ámbito de algo tan íntimo cómo las relaciones sexuales, respetar y ser respetados. Otra vertiente de esta dimensión es la de querer a la humanidad de diversas maneras. Cada sujeto desde su mundo y a su manera, tiene multiplicidad de oportunidades, ya que va mucho más allá del placer erótico, y cada persona puede tener una o varias formas de canalizarlo. Es la materialización de ese amor por los demás, el entendimiento y respeto a la diversidad de personas, la comunicación, la pasión por el arte, el conocimiento, y otras formas de ciencia, literatura y gran diversidad de creaciones, la naturaleza y los animales.

El amor pasa por desaprobar todas las formas de opresión, con respeto a la clase social, limitaciones físicas o emocionales, religión, edad, raza, orientación sexual, género y sexo; admitir y respetar la elección de la libre asociación como pareja, separados, casados, divorciados; si tienen hijos o no; el tipo de método anticonceptivo, etc. En resumen, las personas tienen el potencial de la libido y por ello el derecho al placer sexual. La calidad de vida que aporta, se relaciona con un bienestar y mejora a todos los niveles, emocional, intelectual, psicológico, de salud física, espiritual y relacional.

En conjunto, la sexualidad es también el amor a las personas y el placer sexual es muy beneficioso y proporciona plenitud. Todos los aspectos vitales que interfieran o perjudiquen a ese potencial, pueden ser tratados para mejorar en ello. Vivir con ese vacío y las carencias sexuales, repercute en una vida empobrecida. Y cuando aflora de nuevo y se despierta su fulgor, la dinámica vital de la gente se transforma. Sí, la expresión de ese conjunto de la libido y su componente de sexualidad, es la manifestación de un potencial del que se es dueño, y por ello las personas puede decidir sobre ello, le pertenece. El amor siempre va más allá.