Prohibido prohibir. Hay un desmadre de turistas que invadieron el Mercat Central y las autoridades han creído necesario someter las visitas a ciertas normas, o sea, prohibir algunas cosas y permitir todo lo demás. Parece razonable, por ejemplo, que se impida ocupar las escaleras de acceso por aquello del acceso, pero no lo es, sin embargo, que la gente no pueda sentarse en las rampas, tan ricamente como un león en el Congreso y aunque sean holandeses. Conste que lo digo por joder, pero si es necesario explorar sistemáticamente el azar, ¿a qué viene tanto exceso prohibitivo y tanto rajatabla (¿qué significará rajatabla?)? Defiendo, como si fuera Bonig&Giner, la libertad de los padres a sentarse en las rampas. Ahora mismo, también, el consistorio (¿qué significará consistorio?) quiere meter en la cintura de sus fachadas a los hosteleros que, de la misma forma que un constructor ve un solar donde los demás contemplamos un paisaje, ellos ven un hotel donde los demás un edificio con vecinos de renta baja, ven un salón de bodas y bautizos donde los demás una calle peatonal o una ampliación en el balcón y en la galería donde los demás una acera. Y conste que yo entiendo a los hosteleros, porque tengo un espíritu de fallero con valla para acotar paellas: son realistas y piden lo imposible: sueñan con terrazas inmensas repletas de alemanes sedientos y una barra infinita, como una escalera de Escher, con británicos sentados en los taburetes tambaleándose como un alcalde en un tripartito (Alexis Ravello). Dejemos que la imaginación llegue al poder y descubriremos que bajo los adoquines, donde debería estar la playa, hay un atasco de toallitas para limpiarse el culo que te cagas (tengo el día escatológico y coprolálico, que está claro lo que significan). Termino este mayo que comienza: desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta. (¿Tanto?).

Medio siglo. Cincuenta años no son nada. Viva Heráclito, muera Parménides.

VLCNegra. Así como no sé por qué he nombrado a Bonig, que ahora mismo debe estar reconquistando el país para el PP empezando por los bajos, digo de Alacant, no he dicho el nombre de Ravello en vano. Ha comenzado, y continua, el VLCNegra, el festival de género negro de València que parece alcanzar la mayoría de edad en plena y precoz infancia: 6 años cumple la criatura. Traen a mucha gente y buena. Hagan lo que les de la gana, porque uno defiende, como si fuera Bonig&Giner, la libertad de los padres a elegir festival, pero yo acudiré a escuchar a Banville y no tanto a Black, como el que mira a Monroe sin ver a Marilyn, y, porque la ocasión la pintan calva, a Ravello y Andreu. (¿Qué será pintar calvo?).