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El Estado de las postautonomías

Las comunidades autónomas (CCAA) tal como las conocemos están tocadas y todo indica que todos los esfuerzos que se hagan para mantenerlas como ahora, serán perjudiciales para la convivencia entre españoles.

Con todo la entropía autonómica generada en Euskadi, Madrid y Cataluña, en València también ocurren cosas: El Consell no duda en descalificar al gobierno central, los sindicatos se apuntan con Baleares a eslóganes próximos a decisiones de política territorial (quiero pensar que tanto la UGT catalana como la valenciana explican sus posturas a sus afiliados); surgen entre nosotros términos próximos al «Espanya ens roba», etc.

Antes que se agudicen un proceso que en algún momento puede oler a «guerracivilismo» (disculpas, por no hallar un término mas suave para expresar la idea) conviene reconsiderar seriamente la actual arquitectura de las CCAA, en todas y cada una de sus dimensiones: geográfica, política, financiera y administrativa. Iniciemos un debate democrático y sincero, donde la recentralización no deje de ser una opción a considerar.

Cuando las CCAA nacieron se dieron tres falacias.

La primera tiene que ver con la financiación de las Comunidades Autónomas forales, que vehicularon sus «derechos históricos» a través del Cupo vasco y del Concierto navarro. Los primeros cálculos y debates con el PNV se hicieron con las pistolas de ETA en la sien de muchos españoles. Desde sus inicios ambos sistemas privilegian a Euskadi y Navarra sobre el resto y ha provocado agravios constantes, aunque Euskadi y Navarra aportan al fondo de solidaridad con el resto de CCAA el resultado es desigual al del resto de territorios. Cuando en la Comunitat Valenciana decimos que estamos por debajo de la media en riqueza y que aportamos por encima del promedio de CCAA, también queremos decir que a pesar que la capacidad fiscal de Euskadi está por encima de la media, su aportación al sistema está por debajo del promedio. Cuando se cuestiona el cupo, no se ataca el concierto económico constitucional, si no el método de calcularlo. A los tiempos de ¡Gora ETA! han seguido la venta de 5 votos en el Parlamento.

La segunda tiene que ver con la propia existencia de la Comunidad de Madrid. Sin ninguna especificidad histórica y cultural que defender (ni falta que les hace a los madrileños) se han aprovechado las ventajas propias de ostentar la capitalidad del Estado. Madrid nunca debió ser una de las CCAA, ya que su status le permite jugar en una liga que esta fuera de las posibilidades del resto. Madrid debería tener un estatuto especial como ocurre con Washington, Ciudad de Méjico, Berlín, etc. Desgraciadamente se está confirmando que esta Autonomía ha sido gobernada con ineficiencias próximas a la corrupción. Sin embargo, su deuda a 31 de Diciembre de 2017, era del 14,9 % de su PIB regional, mientras que, en la misma fecha, la de la Generalitat Valenciana equivalía al 42,5% de nuestro PIB. Antiguos responsables de la Comunidad de Madrid están pasando por los juzgados y sin embargo su deuda sigue siendo modélica, mientras que aquí, el periodo Zaplana - Olivas- Camps, todavía afecta al día a día de los valencianos.

El tercer inicio falso de las CCAA fue la Cataluña de Pujol, un engaño a muchos españoles y que ahora en el cierre de su actual episodio independentista puede resumirse con las palabras de la conferencia nacional de ERC de finales de junio y el 1 de julio: «La realidad es que hoy en día el independentismo no es suficientemente poderoso, aún, para convertir Catalunya en una república independiente; es necesario recomponer alianzas para recuperar el consenso por el derecho a decidir y ampliar la mayoría soberanista para, así, obligar el Estado al diálogo». Se abandona la insolidaria aventura de la unilateralidad, porque un 50% de la población catalana es «insuficiente cuando de lo que se trata es de que la república nazca por medios estrictamente cívicos, pacíficos y democráticos». Todo muy respetable si en algún momento se hiciera referencia a los 70.000 millones de FLA que su Generalitat adeuda al Tesoro del Reino de España. Ninguna posibilidad que Cataluña vaya a ser una mas de las CCAA.

Aunque con menos trascendencia económica quizás recordar, el episodio del referéndum de Andalucía de 1980 para ser «nacionalidad histórica» y así estar en la vía del artículo 151 de la Constitución. Fue el primer y el único referéndum de acceso a la autonomía planteado por esta vía en España. ¿Qué buscaba la progresia andaluza en aquellos tiempos preautonómicos tan dados a la demagogia adolescente?

Hasta la gran crisis todo parecía funcionar. Tenemos un modelo basado en las necesidades fiscales de cada una de las CCAA, que tenían poco que recaudar y mucha libertad para gastar. El mecanismo es conocido: una administración central que cobra impuestos, recauda; las CCAA, siempre victimistas, clamando por sus necesidades de gasto (con los matices correspondientes dependiendo del partido del gobierno central) y con un ministerio de Hacienda que dispone, que por supuesto es inevitable y eternamente valencianofóbico en el reparto y en las inversiones. Vinieron las facturas en los cajones, el no pago a proveedores y el invento del FLA. En aquel momento varias CCAA dejaron de ser factibles, era el momento de la aplicación de un 155 financiero. Sin embargo a Rajoy/Montoro les faltaron redaños para afrontar y decir la verdad, tanto a los españoles como a Bruselas. Mantuvieron la ficción en un supuesto estado descentralizado.

El FLA es una recentralización sui generis, propia del pobre que se engaña a si mismo: el estado central presta a las CCAA para que estas ejercieran sus transferencias. Lo que era una supuesta medida extraordinaria lleva seis años funcionando. Entre sus efectos secundarios están episodios tan desconcertantes como el cruce de documentos entre Montoro y los jueces, sobre el uso que el gobierno de Puigdemont pudo hacer de los dineros del FLA catalán. Han pasado mas de dos semanas y los españoles estamos tan perplejos como los jueces alemanes. El final del ciclo autonómico de la Constitución de 1978 tendrá mucho que ver con el egoísmo y la torpeza de los políticos del Gobierno central. Pregunta: ¿Alguien conoce la opinión de Ciudadanos?

Hablar de postautonomía es tratar de España, una idea que debe dejar de ser considerada una incorrección política entre las fuerzas progresistas.

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