Estamos asistiendo desde hace ya años a un cambio de actitud sobre qué se considera patrimonio y los valores que debe de tener. Su definición se amplia y avanza, yendo más allá del patrimonio histórico-artístico, más allá de su antigüedad y más allá del valor arquitectónico «tradicional», basado en solo considerar edificios de cierta impronta estilística o monumental, dejando de lado obras aparentemente sencillas que incluso se tildan de «obras menores» por no estar dentro de unos cánones impuestos que ya deberían haberse ampliado. Este es el caso del cine Metropol, el cual no entra dentro de esos cánones arquitectónicos y por ello no se ha considerado su protección, para así poder derribarlo.

Se trata de un caso realmente sorprendente, pues para su valorización se ha obviado su claro valor histórico y su gran singularidad arquitectónica. Un edificio originalmente del año 1882, construido como una unidad junto al edificio anexo (c/ Hernán Cortés nº 7), el cual sí fue protegido por el PGOU, pero en el caso del Cine Metropol no ha sido así porque «ha pecado» (ha sido modificado), al ser transformado en cine por el arquitecto valenciano Javier Goerlich Lleó en los años 30. Este hecho debería haberse considerado como una singularidad, un diseño de un arquitecto reconocido valenciano que modificó de manera sublime un edificio para transformarlo en cine, con una fachada racionalista y como detalle icónico elementos ornamentales de Art-Decó, incluyendo una magnífica tipografía (que ni esto se pretende salvar). Un edificio con una gran historia detrás, del periodo de la República de Valencia, la cual se ha obviado. Se trata de un trozo de nuestra historia colectiva cercana, una obra de gran singularidad e interés, no una «obra menor», con un diseño que llama su atención a los viandantes de la calle Hernán Cortés.

Se trata de un edificio que debe ser salvado tanto por sus valores históricos (pasados por alto por algunos), por sus valores arquitectónicos (fuera de los cánones establecidos y supuestamente «objetivos»), por su autoría (Goerlich realizó un gran trabajo al transformarlo en cine), como por el valor que le está dando la sociedad valenciana (más de 6.000 firmas recogidas). Pues no hay que olvidar el valor social (algunos lo llamarán nostálgico de manera despectiva), un valor que dan los ciudadanos, sobre todo gracias a las asociaciones que pelean por proteger nuestro patrimonio, que ponen la voz de alarma sobre casos como el del Metropol. Nosotros, los ciudadanos, definimos qué queremos como nuestro patrimonio, dándole a estos edificios el valor que merecen, pues como dice el Preámbulo de la Ley 16/1985 de Patrimonio Histórico Español «?El Patrimonio Histórico Español es una riqueza colectiva que contiene las expresiones más dignas de aprecio en la aportación histórica de los españoles a la cultura universal. Su valor lo proporciona la estima que, como elemento de identidad cultural, merece a la sensibilidad de los ciudadanos. Porque los bienes que lo integran se han convertido en patrimoniales debido exclusivamente a la acción social que cumplen, directamente derivada del aprecio con que los ciudadanos los han ido revalorizando...».

Entonces para qué pensar en recordar o llorar la pérdida de un edificio con una fotografía o con un libro, un edificio que aun está en pie y que podría ser protegido, pudiendo celebrar su recuperación y reutilización como un activo para la ciudad de Valencia. Por qué no hacer el hotel que se plantea teniendo en cuenta el Metropol como parte importante de él, como un elemento fundamental en el proyecto. Existen múltiples casos de reutilización de patrimonio para nuevos usos por toda España, por lo tanto intentemos dar ejemplo haciendo ciudad, teniendo en cuenta nuestro patrimonio y no construyendo sobre sus escombros.

Entre todos podemos salvarlo ¿Quedamos en el Metropol?