La cocina, que frustra sistemáticamente las encuestas del CIS, ha estallado en la última entrega de su barómetro en una auténtica multiplicación de los panes y los peces. O de los PPanes y los PPeces. Literalmente, porque los porcentajes del partido antaño hegemónico en la derecha se duplican artificialmente de un doce a un 24 por ciento. Todo ello sin aportar el mínimo dato sobre los motivos de esta fe ciega, que tal vez peca de moderada y debió dispararse con idéntica ausencia de razonamiento hasta un cuarenta o un sesenta por ciento de los votos.

El CIS del Gobierno mantiene con artificios el liderazgo de un partido con un líder puntuado en 2,6, un suspenso sin precedentes en un presidente del Gobierno. O con ocho ministros desconocidos para más de la mitad de la población. O con la totalidad del gabinete valorada con doses, exceptuada curiosamente la vicepresidenta y gobernanta del Centro de Investigaciones Sociológicas. Componen el gabinete peor evaluado de la historia de la democracia.

El CIS falla con estrépito en los sondeos preelectorales. Verbigracia, al otorgar dos mayorías absolutas consecutivas y nunca materializadas a la suma de PP y Ciudadanos, en las últimas generales. O al colocar voluntarioso a Esquerra Republicana por encima de Puigdemont, en las catalanas del pasado diciembre.

Siguiendo el consejo de Beckett de fracasar mejor, los barómetros del CIS consiguen equivocarse ahora en sondeos efectuados cuando no se avistan elecciones. Sin necesidad de reválida en las urnas, ni un ministro del PP se cree que su partido encabeza ahora mismo la clasificación, con dos puntos de holgura sobre el segundo clasificación.

En los marcadores de voto decidido y voto más simpatía, Ciudadanos y PSOE aventajan al PP. En el voto menos estimado que estimulado tras la oportuna manipulación, los PPenúltimos serán los PPrimeros, por incidir en la productiva alegoría evangélica. Los populares efectúan un elegante salto de pértiga y se sitúan vencedores, a pesar de la voluntad expresada por los encuestados. Una excelente parábola de la investidura artificial que mantiene en La Moncloa a Rajoy.

Es posible que el liderato actual de Ciudadanos resulte tan efímero como el de Podemos en 2015, pero se supone que el CIS despliega un mapa de situación y no de perspectivas a largo plazo. Pese al encomiable esfuerzo de los artesanos demoscópicos, el barómetro ha dopado el resultado pero no ha podido borrar las pistas. Por ejemplo, cuesta imaginar el liderazgo de un partido que el mismo sondeo etiqueta como el más odiado por la ciudadanía, hasta el punto de que más de la mitad de encuestados aseguran que no lo votarían jamás.

El PP ha superado en rechazo visceral a Podemos, con una radicalización conservadora superior al esquinamiento del partido de Pablo Iglesias a la izquierda. La sobrevaloración de los populares con respecto al empobrecimiento de Ciudadanos no aparta al CIS de la búsqueda de su santo grial, la mayoría absoluta de la derecha. A pesar de los ímprobos esfuerzos del Centro, la hegemonía conservadora es difícil de sintonizar con la movilización feminista del 8M, las manifestaciones de pensionistas o la reacción contra la sentencia de La Manada. En todo caso, el presunto aplastamiento viene encabezado ahora por Ciudadanos. También según el CIS, antes de la multiplicación.