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Sólo era la rectora de la Universitat de València

Veo con una enorme perplejidad, no exenta de una infinita tristeza, que al acto de toma de posesión de Mavi Mestre como nueva rectora de la Universitat de València-Estudi General, el pasado martes no acudió representación alguna del Partido Popular ni de Ciudadanos. Seguramente se les pasó. O tendrían las agendas repletas de importantísimos eventos preelectorales contra el plurilingüismo o cosas así. Lo cierto es que menos el munícipe Eusebio Monzón, al parecer del centro derecha valenciano, hoy con dos alas y parecidas metas, no hubo nadie.

Quiero recordar que la Universitat de València tiene 500 años. Y que es la primera vez en su historia, que es la de nuestra ciudad, que una mujer llega a ocupar su Rectorado. Las dos cosas, y de modo particular la segunda, algún mensaje debería haberles hecho llegar a los oídos de los máximos responsables de esos partidos en nuestras Corts. Pero al parecer, la sordera va por barrios y el despropósito institucional no resiste para una precampaña vaquera, sorda, dura, cruel y a la yugular.

Pero no, no se crean ustedes, la cosa es más fácil de comprender y más triste de entender. Sencillamente, ni el PP de Isabel Bonig, ni los Ciudadanos de Mari Carmen Sánchez tienen contacto con la sociedad valenciana que, lógicamente, suele ignorarlos del mismo modo que ellos la ignoran. Tener contacto con la sociedad va mucho más allá de la política. Supone que los partidos se impregnan de ella y dejan en ella lo mejor de ellos mismos.

Se me dirá que esta es una mirada conservadora de la acción pública; es cierto, lo es. Resulta inimaginable acto semejante de descortesía institucional, por ejemplo, en Reino Unido. Además alguien debería haberles dicho a sus lideresas respectivas que en la Universitat se aprende mucho e incluso se discute, pero que da gloria bendita su paraninfo, su patrio con nuestro Luis Vives presidiéndolo desde su eternidad, nuestro humanista, nuestro reformista renacentista, nuestro Valentinus.

Hasta Ximo Puig citando a Ortega, «hay que mirar lejos para tener horizontes», que bien se puede también aplicar a sí mismo, por un lado, y sin duda, la Universitat por el suyo. Eso le hace una falta urgente a la sociedad valenciana: mirar lejos para tener horizontes propios. Y creer que son suyos y alcanzables. En todas las materias, políticas, económicas, culturales, docentes, investigadoras, sociales, educativas, lingüísticas. En todas, pues esta es una sociedad mucho más dinámica, liberal y abierta de lo que algunos suponen y otros ignoran o gustan de ignorar. Y que merece por ello metas, propósitos alcanzables. No todos ellos son políticos; algunos, como lograr una mejor universidad, deberían serlo de todos y de ahí que resultara tan absolutamente inconcebible e incomprensible la ausencia en la toma de posesión de la nueva rectora del actual centro-derecha valenciano.

Mestre hizo un discurso medidamente reivindicativo. De presupuestos, sí, pero sobre todo, yo creo, de visibilidad. Que la universidad valenciana sea foco de la sociedad valenciana. Que hable, que critique, que investigue, que documente, que asesore, que lidere, que intente situarse en la vanguardia del siglo XXI. Y si la rectora, para ello, debe ser reivindicativa con el gobierno de Puig, pues a ello, y si debe serlo con el Gobierno de la nación, pues a ello.

Pero sobre todo, que la universidad se abra también al conjunto de la sociedad valenciana. Y esté presente en ésta como es de desear que la sociedad vea en el Estudi General algo propio, querido, preciado y cercano: 500 años de historia de València. 500 años de estudio, trabajo, investigación y humanización e ilustración de la sociedad de los valencianos.

«En primer lugar -escribe Luis Vives en su obra Sobre la concordia y la discordia en el género humano- el espíritu humano, libre y autónomo por naturaleza, no repele ni aborrece nada tanto como cualquier apariencia de cautiverio o esclavitud, y nunca se deja doblegar por daños, castigos u ofensas, como tampoco es obligado ni siquiera por enormes beneficios, pues solamente puede ser movido por la dulzura, y, por así decirlo, atraído con cierta suavidad manteniéndose intacta por completo su libertad». Qué mejor programa para la Universitat de València. Qué mejor programa para una sociedad valenciana culta, regenerada, vívida y conocedora de lo mejor de sí misma.

Hace unos días pasé por la querida librería Tirant Lo Blanch de la calle Artes Gráficas del barrio de mi facultad, la de Filosofía de 1974. Iba a encargar un libro, pero, sobre todo, estaba dando un paseo por la memoria de mi juventud. Sin duda, la democracia ha mejorado, y mucho, lo que fue aquella universidad. Pero veía a esos jóvenes, con los que no sé si me une o no un mundo ya común, y pensaba en qué poco quedaba de aquellos años de la predemocracia y de las ilusiones por la libertad. Me entristeció. Porque esos sueños y esas ilusiones eran hermosas. No las malogremos ni las perdamos jamás si no queremos desaparecer como sociedad civilizada.

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