«Tu ets un dels qui saben/el que cal: agafar ben a punt/els dos carboncles ardents,/el llegat i la flama, i fixar-los/coratjosament/

a la memòria dels qui ens llegiran». Lluís Alpera (València,1963)

el periodismo sigue siendo el oficio más peligroso y el que recolecta más víctimas. Quienes ejercen el periodismo saben qué son las presiones. La editora de informativos de RTVE- València, Arantxa Torres, ha dimitido por la censura que ejerce su empresa estatal„que pagamos todos„desde Madrid en nombre del Gobierno de España en el contenido de sus espacios de noticias. Este nuevo ataque atenta contra la libertad de expresión. Derecho reconocido, tanto en la Constitución Española, como en las cartas de derechos fundamentales de la Unión Europea y de Naciones Unidas.

Desinformados. Es importante, porque desde que el Partido Popular de la CV reventó por su animadversión política y por su incompetencia, la RTVV autonómica, la delegación de la televisión española es el único espacio público que recoge noticias en el ámbito autonómico. Aunque el cinismo del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, le lleva a decir en sede parlamentaria, que en España hay libertad para ver una televisión u otra, los valencianos sólo pueden acceder a las desconexiones de TVE, con carácter interterritorial para saber lo que ocurre en la Comunitat Valenciana. Es poco, pero si además es malo y está censurado, los valencianos tienen razones para sentirse informativamente violentados desde hace años.

Aviso a navegantes. Quienes escribimos o tratamos de opinar, también tenemos lo nuestro. Nos mandan recados y advertencias conminatorias quienes se sienten aludidos por nuestras opiniones. Afirmo que escribir, informar u opinar en el País Valenciano, hoy, no sale gratis. Y probablemente, ahora menos que nunca. Se nos reconviene unas veces desde la Autoridad Portuaria de València -parece mentira, Aurelio-, otras, mediante las bravatas del presidente, que lo fue, del Consell Jurídic Consultiu, Vicente Garrido o por los emisarios del exconseller de Sanitat y actual director del IVO, Manuel Llombart. Hay otras modalidades más sutiles que van desde la displicencia de la Cámara de Comercio, las reconvenciones de parte de la patronal o las puntualizaciones inconvenientes que provienen de Feria València. Nunca el tono institucional en la Comunitat Valenciana había sido tan mediocre. Y tengo 50 años de experiencia.

Juego limpio. Parece que no se han enterado de que en los tiempos modernos quienes ostentan cargos, previamente a su aceptación, han de cargar las pilas y soportar las críticas con "fair play" y talante conciliador. Ya no se lleva atemorizar con recortar o cerrar la publicidad o extorsionar mediante presiones a medios y profesionales. De nada sirve mostrar el gesto agrio de quien no sabe encajar la discrepancia o la diversidad de pareceres. La pluralidad enriquece y forma parte de la razón de ser de la democracia, cada día más alejada de nuestro día a día.

El mal contamina. Grave es que cuando se ponen de manifiesto actuaciones irregulares o ilegales, aquí nadie rectifica y menos aún, dimite. La sociedad está enferma porque quienes actúan así no deberían tener cabida en ella. Sencillamente, se les expulsa. Esto pasa porque los que están obligados a reaccionar ante la evidencia de lo inaceptable, prefieren mirar hacia otro lado, convirtiéndose en cómplices éticos y muchas veces políticos de los protagonistas principales. Aquí nadie dice nada ni, por si acaso, se mueve. El mal contamina y quien no respeta la legalidad, reincide. Especialmente si percibe la insensibilidad y la impunidad, que a pesar de los mecanismos de transparencia, siguen campando por sus respetos.

Censura. Personalmente he conocido situaciones más épicas, como lo fue, en su día la censura previa de prensa en tiempos dictatoriales o la deleznable costumbre de tener que comparecer ante los comisarios políticos de turno para reconvenirnos, por ejemplo, cuando escribíamos que el golpe de Estado que el general Franco dio en 1936 fue una sublevación y no precisamente blanda. He sentido en repetidas ocasiones el aliento en la nuca de quien se cree con derecho a amedrentar con amenazas que, después, se vanagloriaba en cumplir. A quienes me conocen les sobran los nombres. Extorsiones en forma de presiones inconfesables, de despidos o de rescisión de contratos mercantiles, casi siempre aderezados con violencia verbal y conminatoria. No es admisible jugar con sentimientos humanos ni con necesidades existenciales.

Brindis. Escribir desde la libertad sigue siendo una aventura arriesgada, sobre todo para quienes todavía tienen una carrera profesional por delante. Con respeto, brindo por ellos y me solidarizo con sus debilidades. Hay que preservar y garantizar el ejercicio del periodismo por un sentido, a menudo incomprendido y casi siempre solitario, de servicio a los lectores y a la sociedad. A quienes se sienten airadamente aludidos e incapaces de dialogar y razonar como personas tolerantes y civilizadas, vamos a pedirles que, al menos, permitan que el mundo siga avanzando hacia el progreso, la transigencia y la claridad.