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Matías Vallés

´Marx Attacks´, el regreso triunfal

A nadie o casi se le ocurre culpar a Jesucristo de las matanzas cometidas en su nombre, incluidas las firmadas por ETA o el IRA, por no hablar de Mahoma. El también profético Carlos Marx corrió peor suerte. Ni siquiera el Übermensch nietzscheano o el Sigfrido de Wagner fueron arrastrados por el genocidio nazi, por mucho que sus acordes le inspiraran a Woody Allen un impulso irrefrenable de invadir Polonia.

Ahora que ningún país se declararía marxista sin sonrojarse, hasta en Estados Unidos aclaman a Marx como un gigante del intelecto. En el segundo centenario de su nacimiento, el mundo está por fin preparado para aceptar al filósofo sin adorarlo ni odiarlo. Marx attacks, en un triunfal regreso que ocasionará antes un bostezo que un repudio.

El marxismo se dirigía a un trabajador que produce para no poseer los objetos que fabrica. La sensibilidad de Henry Ford anula con un gambito esta impermeabilidad, al emplear a productores de los objetos que a continuación podrán comprar. La desigualdad creciente devuelve a la asincronía marxista, pero el nuevo proletariado contempla en directo los placeres que (ya) no puede permitirse. Y empieza a reproducir los jornales esclavistas del Londres victoriano habitado por Marx.

En la efemérides se sirve un Marx liofilizado, siempre hemos querido averiguar qué quedaría de su obra si no tuviéramos que divinizarlo o satanizarlo. Al fin y al cabo, son liberales de tronco retorcido como Isaiah Berlin quienes conceden a los individuos mayor peso que a las ideas. Sublimamos el marxismo, imitando el comportamiento de los Vengadores con las gemas que va amontonando Josh Brolin en Infinity wars.

Los campeones marxistas son adeptos de un emperador. Napoleón cautivó por igual a Hegel y Marx, que atribuyó al bonapartismo el mérito de internacionalizar un conflicto civil llamado Revolución Francesa. El fundador del marxismo es inigualable como analista. Sin embargo, a la hora de predecir acumula los errores de cualquier hechicero.

Quienes insisten en despreciar a Don Carlos están obligados a aportar cerebros a su altura. La quiniela de sus pares hipotéticos abarca a Keynes, Kissinger, Habermas, Freud o Chomsky. Ninguno de ellos parece enteramente satisfactorio. Marx aterrizó los universales hegelianos en el contexto histórico, paso previo a la dictadura de la actualidad. O información, para los presuntuosos. Es decir, el conocimiento regurgitado por las pasiones. Olvidó que el mundo no tiene derecho a una sociedad mejor.

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