Conocido en joyería desde siempre, el ámbar se hizo popular entre el gran público en la película de Parque jurásico cuando permitió recrear todo un mundo extinto gracias a la sangre almacenada en un mosquito. Fantasías aparte, el ámbar ha servido de cápsula del tiempo para hacer llegar hasta nuestros días información de cómo era nuestro planeta millones de años atrás. Y es que cuando se contempla un anillo o unos abalorios elaborados con ámbar, la mayoría de veces se piensa únicamente en su valor estético o económico.

Para los científicos, estas piezas de resina fósil —capaces de conservar insectos, microorganismos o polen atrapados en épocas remotas— son también una ventana abierta para descubrir la biodiversidad del planeta hace millones de años. Ahora bien, ¿puede el ámbar reflejar de manera detallada la diversidad de la vida de los ecosistemas terrestres ya desaparecidos? Es decir, ¿aportan tanta información y representativa como se creía?

«Las piezas de ámbar no pueden representar la complejidad de la comunidad de artrópodos de los bosques del pasado», apunta un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) que se ha llevado a cabo en los bosques de la isla de Madagascar. En la investigación, desarrollada por ocho investigadores de España, Alemania y Estados Unidos, han participado Xavier Delclòs, de la Facultad de Ciencias de la Tierra y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la Universidad de Barcelona; Mónica M. Solórzano Kraemer, del Instituto de Investigación Senckenberg de Frankfurt (Alemania), y Enrique Peñalver, del Instituto Geológico y Minero de España (IGME), entre otros.