Las referencias de nuestros políticos van estando cada vez más lejanas. Los hechos que citan los diputados españoles —las acciones históricas y las personas que las protagonizaron— sucedieron hace demasiado tiempo. El archisobamiento del argumentario utilizado en el debate político, de las apoyaturas dialécticas que manejan los partidos ha llegado a tal punto que todo se arregla pululando entre Franco y la transición, entre la postguerra y los años ochenta. El fanatismo nacionalista, por ejemplo, no es capaz de arrancarse los pegotes de la dictadura, los retornos mentales a Companys, a Cambó y a otros muchos figurones antediluvianos que salen a relucir como cartas grasientas en cada rifirrafe oral del parlamento catalónico. Al parecer, hubo un tiempo de acción que ya terminó, y luego una temporada larga de inercia, un marasmo de diretes y dimes, un encastamiento, un apesebramiento puro y constante que ha dejado anquilosada la política. Y lo peor es que al grueso de la sociedad, a la masa rebelada, este fenómeno le importa un comino. La juventud escucha, entre los bramidos de sus representantes, alusiones a nombres desconocidos, alabanzas dedicadas a espectros vetustos, panegíricos de momias que vienen a cuento agarradas por los zancarrones, y deduce que desde aquellas referencias hasta el presente no hay nada o, todo lo más, cartas que no juegan: auténticas nulidades, verdaderos pasmarotes, grandísimos buhoneros del pasatiempo. Se da cuenta de que los hombres de acción se han convertido en pacotilla vintage, de que no hay hechos contemporáneos, de que atravesamos la época del perfil bajo, del relieve imperceptible, de la irrelevancia y de la disolución en el grupo: del gregarismo. Queda poco para que las referencias de nuestros políticos no digan absolutamente nada; para que pierdan, de tan lejanas, el significado. Será el marasmo total, el desfase límite. Ya nadie comprenderá nada, salvo los políticos y sólo en el caso de que se hayan atiborrado el cerebro con los antiguos despojos del partido. En ese momento habrán de lanzarse por fin a los hechos, llevar a cabo acciones concretas que sirvan como futuro acervo de referencias. Y puestos a ello, no estaría de más que no repitieran los errores del pasado; que sus nuevas proezas, referencias de los políticos del futuro, desbrozaran un camino mejor.