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El turismo, una botella medio llena

Alrededor de la polémica suscitada sobre la llegada «masiva» de turistas a Valencia, no puedo resistirme y dar mi opinión al respecto, como ciudadana de La Xerea, como espectadora de su transformación, pero sobre todo como mujer. He de decir que nací en el Barrio de San Bult y para entrar en casa le pedía a los policías de Delegación de Gobierno que me vieran entrar, porque mi calle era oscura y nunca pasaba nadie. El otro día salí a cenar un lunes y me fui a casa tranquilamente paseando, había gente en la calle y los restaurantes estaban llenos. Me sentía acompañada. Y no me gusta la gente maleducada, pero ¿a quién le gusta convivir con alguien irrespetuoso? ¿Sólo hacen ruido por la noche los extranjeros? ¿Sólo ellos se emborrachan y gritan? ¿Sólo son ellos maleducados? ¿Cuántos millones se han invertido y se siguen invirtiendo para atraer turistas? ¿Qué político no se pone la medalla cuando las cifras crecen en este sentido? Durante años, con nuestros impuestos, corrupciones aparte, se ha trabajado desde todas las administraciones para que Valencia sea una ciudad turística. Ibas a Sevilla o Santiago de Compostela y había más turistas que en Valencia y nos rasgábamos las vestiduras. Escuché durante años que los cruceros no llegaban a nuestra ciudad y ahora que vienen, los cruceristas son un horror.

Ah perdón, que los turistas han de ser de calidad y sólo de calidad, porque nosotros cuando vamos fuera, no somos turistas, somos viajeros y no arrastramos maletas, las llevamos cargadas sobre los hombros para no hacer ruido y no utilizamos vuelos de bajo coste y sólo vamos a restaurantes caros. ¿Cuántas familias valencianas han podido viajar ahora fuera de España?

Claro que entiendo que hay que regular, claro que voy al Mercado Central y veo que los guiris sólo compran zumos y creo que hay que cobrarles una entrada. Pero no entiendo que el que presume de acoger a los inmigrantes, desprecie a los turistas y no entiendo que ahora que Valencia está en el mapa, queramos volver al ostracismo. Porque cuando voy al Carrefour Express y hay cola, a veces me impaciento, pero?. me alegro por el empresario que ha invertido y por los trabajadores que hay allí, y si en la cola hay algún italiano, pues aprovecho y chapurreo y pienso que antes, tenía que irme dos calles más allá a por los huevos y que si son las 9 de la noche, y es enero, no me dará miedo entrar en calles oscuras, porque todo tiene ventajas e inconvenientes. Veamos el vaso medio lleno y recordemos a aquel berlinés que se paró para ayudarnos cuando estábamos despistados con el mapa en la mano.

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