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Pablo Casado: Llueve sobre mojado

Abrir la caja de Pandora tiene el inconveniente de que no resulta fácil cerrarla justo a continuación. Hace unas semanas que la expresidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, tuvo que dimitir de todos sus cargos como consecuencia de la concurrencia de varios escándalos, de los cuales el que verdaderamente tenía entidad para provocar su dimisión (y para generarle también problemas judiciales) era un máster de la Universidad Rey Juan Carlos obtenido merced a sus contactos con la dirección del máster, presiones sobre el profesorado y falsificación de documentos.

Dicho escándalo también salpicó al PP en su conjunto, al constatar que la URJC (y sobre todo el famoso Instituto de Derecho Público de Álvarez Conde) había sido utilizada por el PP para engrosar los currículos académicos de diversos cargos del partido; entre los cuales, Pablo Casado, una de las estrellas ascendentes del PP. Portavoz, vicesecretario de Comunicación y aspirante a liderar la candidatura a la alcaldía o a la Comunidad de Madrid en 2019. Casado vino a reconocer que el máster era muy poco riguroso y que le convalidaron casi todas las asignaturas; pero también demostró que, al menos, había cursado realmente algunas asignaturas (por contraste con Cifuentes, que desde el principio se encastilló en la estrategia de negarlo todo y poner el ventilador, que tanto ha contribuido a enterrar su carrera política).

En el camino, descubrimos que el currículum de Casado no sólo estaba inflado con un máster que apenas cursó, sino también con una pléyade de posgrados y cursos de especialización por prestigiosas Universidades que realmente se cursaban aprisa y corriendo en subcontratas de dichas Universidades, en lugares tan poco glamourosos como Aravaca. Pero la cosa quedó en cuestiones más o menos sabidas: que algunos políticos han engrosado su currículum por tierra, mar y aire. Inmoral y ridículo, tal vez patético si lo combinamos con los discursos de emprendimiento y cultura del esfuerzo que a menudo se gastan estos mismos políticos; pero quizás insuficiente para dimitir en un país como este, en el que, para que eso suceda, ha de ponerse en marcha a todo trapo la cloaca de los escándalos; recordemos que, a la postre, Cifuentes no dimitió por el máster, sino por el pseudoescándalo del robo de unas cremas en un supermercado y la amenaza implícita de que aparecieran más.

Pues bien: nos encontramos ahora con un escándalo que va mucho más allá de engordar un currículum: según ha publicado El Mundo, Pablo Casado aprobó la mitad de la carrera de Derecho en medio año, mientras que obtener la otra mitad le llevó siete. Tal incremento de la productividad no parece deberse a la cultura del esfuerzo, sino a otra cultura muy diferente: la cultura del compadreo y el telefonazo, aprovechando el paso de su expediente a un centro privado adscrito a la Universidad Complutense de Madrid, dependiente de la Comunidad de Madrid, entonces dirigida con mano de hierro por Esperanza Aguirre; otra funcionaria, como Cifuentes, a la que se le llenaba la boca hablando de meritocracia y neoliberalismo mientras se dedicaba a favorecer a sus amiguetes mediante el control del presupuesto público y las palancas del poder en la región.

Es verdaderamente difícil defender, como hace Casado, que todo es una conspiración contra él (más o menos lo mismo que dijo Cifuentes); porque, aunque sea cierto que haya elementos en su partido, o en Ciudadanos, o en el Club Bildeberg, que quieren acabar con Casado, parece difícilmente creíble que dichos conspiradores hayan logrado emborronar su expediente por la vía de regalarle medio máster, media carrera, y unos cuantos cursillos por la Universidad de Harvard (en su insólita «sede» de Aravaca). Llueve sobre mojado en su caso, y en el actual contexto de extremada debilidad del PP no cabe descartar que su partido vaya a muerte con él, Casado se vea arropado por todos, y dentro de un par de semanas le arrojen a una cuneta, como hicieron con Cifuentes.

Lo cual, sin duda, constituiría una buena noticia. Porque si la regeneración del PP tiene que estar representada por Pablo Casado, con su currículum prefabricado, su discurso de argumentario y sus ramalazos nacionalcatólicos (recuerden cuando Casado se quejaba de lo pesados que se ponían algunos con «la guerra del abuelo» por querer exhumar los restos de sus familiares fallecidos en la Guerra Civil; ¡qué cosas tiene la gente!), desde luego esa es una regeneración que ya tenemos muy vista y ya sabemos a dónde conduce.

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