Estos días se cumplen 200 años del nacimiento del pensador más importante e influyente de la historia, Karl Marx. El filósofo y militante comunista es objeto de numerosos artículos, libros, reportajes y homenajes por todo el mundo, en los que se trata de reivindicar o refutar la vigencia de su pensamiento ya bien entrado el siglo XXI, y tras un siglo XX en el que sus ideas inspiraron a cientos de millones de trabajadores y trabajadoras para mejorar sus condiciones vitales y para transformar el mundo.

Marx inició una nueva era en la historia del mundo en la que se constataría que los desheredados de la tierra eran capaces, si se organizaban, de tomar el poder en sus manos.

Sin embargo, el adiós a las grandes verdades y a la razón que anunciaron los profetas de la postmodernidad a partir de los años 60-70, impregnaron también a las organizaciones de izquierda de buena parte del mundo, lo que trajo consigo la destrucción de aquel relato emancipador de la humanidad en el que la clase obrera era y debía ser el sujeto protagonista en la transformación del mundo. Si se conseguía extirpar a millones de trabajadores y trabajadoras la conciencia de lo que eran (clase trabajadora), se les inoculaba el mito de la clase media en sus corazones, y se rompía el vínculo que les unía con el resto de trabajadores y trabajadoras del mundo, se acabaría con ese gran relato emancipador de la humanidad que anunciaba Karl Marx hace casi dos siglos.

La caída del campo Socialista, y la crisis de los Partidos Comunistas en Europa, fueron en parte consecuencia de la metástasis producida por el cáncer de la postmodernidad capitalista que no se supo combatir, y que abrió la puerta a una nueva época actual, en la que verdad ya no es sólo puesta en duda o falsificada, sino que deja de tener importancia: la llamada posverdad. Ya no importan la verdad y los datos objetivos, lo que importa es aquello que apele a las emociones de la gente y a sus sentimientos más primarios, por miserables que sean..

Por eso, en unos tiempos en los que la explotación, la pobreza y desigualdad crecen día a día, en los que el 1% de la población mundial posee el 82% de la riqueza, y donde la clase trabajadora sigue siendo víctima de un modelo económico construido sobre la sangre y el sufrimiento de la mayoría, Marx y la verdad que alumbró al mundo en el siglo XX es más necesaria que nunca. Volver a Marx y a la razón, poner a la clase trabajadora, sus problemas y sus aspiraciones en el centro de nuestras propuestas políticas y organizativas, es la única esperanza de la izquierda para salir de sus crisis y de su desorientación permanente en un mundo gobernado por la mentira.

Y sobre todo, decir y reivindicar la verdad. Porque la verdad sigue siendo revolucionaria. Por eso el marxismo es y seguirá siendo todopoderoso, porque es cierto.