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Voro Contreras

Un futuro paranoico

Lo de la preocupación por el futuro nos viene de serie a los seres humanos. Nuestra incapacidad para ver lo que ocurrirá ni siquiera una millonésima parte de la centésima de segundo que todavía no ha transcurrido, nos convierte en animales paranoicos y atenazados por las dudas. Y, desde que al primer neandertal le dio por enterrar a sus muertos, esta preocupación y estas dudas han sido el gran acicate para la creatividad y la ficción humana. Últimamente la televisión nos está dando bastantes ejemplos de ello. Ahí están, por ejemplo, «Los cuentos de la criada» o «Black mirror», dos series que nos ofrecen una visión de un porvenir de vocación inmediata, uno marcado por la religión y otro por las nuevas tecnologías, pero ambos igual de poco atractivos. El truco del éxito de estas dos producciones creo yo que es, precisamente, el imaginar cómo será esa millonésima parte de la centésima de segundo que somos incapaces de ver.

Estas dos series se pueden ver en Netflix, plataforma televisiva que también ofrece en su catálogo Nerve, una película que más que con el futuro inmediato juega con el presente continuo. Los protagonistas son unos chavales que, como los de aquella fatídica «ballena azul», se embarcan a través de internet en un juego que mucho jijiji jajaja al principio, pero que después ojo cuidado. Aunque por su factura -y también porque al principio parece una comedia alocada de jóvenes enamoradizos, o porque los protagonistas (Emma Roberts y Dave Franco) son jóvenes y guapotes- pudiera parecer una película destinada a los adolescentes espabilados, sin duda los guionistas escribían pensando en esos padres cuarentañeros (representados en el film por Juliette Lewis) cuyos vástagos ya empiezan a pedirles el móvil porque sus colegas lo tienen y a los que hay que ventilarles la habitación porque están todo el día allí encerrados haciendo vaya usted a saber el qué.

Y el objetivo -como ocurre con «Los cuentos de la criada» o «Black Mirror» o como nos ocurría a estos mismos cuarentañeros muchos antes de serlo cuando nos pegábamos auténticos maratones de «Elm Street», «Viernes 13» y compañía- no se trata de que estos padres/espectadores se diviertan, sino de que pasen miedo y se «emparanoien» con la posibilidad de que sus hijos acaben saliendo con un chungo y desparramados sobre el suelo, y que tengan ganas de meter a sus hijos en la cartuja de Porta Celi hasta que se les pase la tontería esa de querer hacerse mayor.

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