Como ya sabrán, hay gentes que están acostumbrados a maquillar la verdad como método de comunicación. Prometer lo imposible, engañar, disfrazar, es habitual en política; un mal menor, parecen decir sin rubor alguno.

Pero, coincidirán conmigo, que esa es una base enclenque sobre la que construir una sociedad. Si las instituciones se llenan de carcoma, difícilmente podrán soportar el peso de la responsabilidad que les hemos otorgado con nuestros votos, esos votos que parecen tener mucho valor en tiempo electorales, y muy poco en el resto de los tiempos. Esa es una nueva modalidad de la corruptela. Algunos, no solo se llenan los bolsillos de nuestros dineros, sino de nuestras verdades, y despilfarran la confianza otorgada. Si nadie se decide a sanear definitivamente el sistema, estamos otra vez perdidos. No sé qué es peor si mentir en las finanzas (la llamada crisis económica) o mentir en los méritos de cada cual (la llamada crisis moral). Porque la crisis moral es como las cerezas, deja una mancha que tarda mucho en quitarse.

Es que se ha llegado a falsificar actas, inventar exámenes, y regalar títulos. Y hacernos creer que eso lo hizo una universidad pública porque quiso, sin presión alguna, por iniciativa propia; como obtener un título oficial sin esfuerzo, sin sonrojo y pensando que era lo habitual. Todo ello para sumar trofeos en el salón aunque, en realidad, este es de los que restan y, aunque se vaya sin dar explicaciones, pasa como con las cerezas, la mancha sigue ahí.

Pero, ya ven, el escándalo ha traído como consecuencia un paisaje desolador. Un campo extenso que estaba lleno de títulos floreciendo por los currículos, de pronto se ha marchitado y es un desierto de mentiras piadosas. Mentían, y sabían que mentían. Por eso rectifican a hurtadillas. Y así, en el pecado colectivo tratan de encontrar la absolución, igual que con los abusos económicos. La coartada siempre es: todos lo hacían.

Y ahora, mientras escribo, llega una sentencia en manada que me sacude. Hablaremos de ello, pero otra vez todo el aparato legislativo, personas y leyes, escora hacia donde siempre. Y las mujeres permanentemente a la intemperie. No consigo imaginar un plan razonable para rescatar la ética perdida. ¿Me ayudan? He de reconocer que todo lo que se me ocurre son barbaridades.