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No pienses en un chalé

George Lakoff cuenta en su ensayo No pienses en un elefante, que Richard Nixon aprendió a las malas la teoría de los marcos mentales cuando se dirigió por televisión a todo el país tras el escándalo Watergate y dijo: «No soy un delincuente». Y a partir de ahí todo el mundo pensó en él como un delincuente. Explica el lingüista que los marcos forman parte de nuestro inconsciente cognitivo, y como las palabras evocan marcos, cuando dice a sus alumnos que no piensen en un elefante, no pueden evitar hacerlo. Asociamos la palabra a la idea que tenemos de ella.

En el contexto de la indignación, el think tank de Podemos supo crear un marco a través de un nuevo lenguaje. Eran los tiempos en los que Pablo Iglesias, sencillo y aparentemente modesto, empezaba a ejercer como tertuliano poniéndole cara y voz a ese nuevo idioma. Con una gran capacidad de comunicación empezó a romper con la imagen del político estadista para ir creando en torno a su figura la imagen de un político cercano. Así, palabras como asamblea, participación, casta, huelga, los de abajo y los de arriba, empezaban a configurar ese nuevo marco en un contexto económico, político y social inmejorable para ello.

Con las elecciones europeas de 2014, llegó la sorpresa y aquel partido que no tenía ni un logotipo que poner en las papeletas de votación, o quizá sí lo puso, obtuvo más de un millón de votos y cinco representantes. A partir de ese momento, las expectativas sobre Podemos empezaron a crecer a la par que se iba configurando el marco conceptual de una nueva organización política de izquierdas. Pablo Iglesias lo supo manejar formidablemente, tanto el lenguaje como los símbolos. Nos contaba que vivía en un piso en el barrio de Vallecas o que se compraba las camisas en el supermercado Alcampo. Una simbología irrefutable que le ayudó a configurar su liderazgo: la idea del líder que vive, viste y calza como los de abajo.

El hecho de que Iglesias utilizara su forma de vida como un símbolo del discurso político ha generado este debate por la compra del chalé. No obstante, qué duda cabe que Iglesias y Montero están en su derecho de comprarse la vivienda que quieran e hipotecarse como quieran. Por ello, parece fuera de lugar el trasladar a las bases del partido su propia continuidad: sobre todo, porque no deja de ser una decisión personal sobre su vida privada. En consecuencia, lo que cabe preguntarse es si no será un cambio del discurso político lo que realmente se va a plebiscitar a través de la consulta. ¿El inicio de un nuevo lenguaje para un nuevo marco?

Indistintamente del resultado de la votación, este hecho marcará un antes y un después en la organización política. Y, en principio, no parece que para bien. Como a los alumnos de Lakoff, nos va a resultar muy difícil no pensar en el chalé.

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