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Matías Vallés

El PP y el independentismo dialogarán en prisión

El PP y la corrupción eran una pareja de hecho, y muy bien avenida. Sin embargo, para formalizar el matrimonio indisoluble se necesitaba la primera sentencia en que las condenas se miden en décadas. La «corrupción institucional» determinada por la Audiencia Nacional permite que los populares sean ya legalmente un partido corrupto. Esta condición debería aclarar el futuro político del país, gobernado a trancas y barrancas por los conservadores.

Una vez confirmado que M. Rajoy era Mariano Rajoy y no Manolo Rajoy, el propietario de dicha identidad declaraba poco antes de la sentencia que «diez o quince casos particulares de corrupción» no establecen una pauta de conducta. Tal vez la consideración se modifica al alcanzar los treinta o cuarenta ejemplos de venalidad, con condenas acumuladas en siglos.

En todo caso, Rajoy puede presumir de que no hay mal que por bien no venga, al igual que Franco tras la voladura de Carrero Blanco. El presumible ingreso de parlamentarios y jerarcas del PP en la cárcel aporta una oportunidad inédita, para entablar el diálogo inevitable con los independentistas catalanes entre los muros de la prisión. En esa situación de hacinamiento, la conversación no solo es recomendable sino casi inevitable. En su insufrible retahíla de excusas indigestas, el ejecutivo debería centrarse en que la condena masiva de la Gürtel facilitará la resolución del problema de Cataluña.

Si Rajoy no es creíble como testigo ante un tribunal de la prestancia de la Audiencia, ¿puede ejercer con alguna solvencia su papel de responsable de todo un Estado? La sentencia simplifica la consideración del presidente del Gobierno, de quien ya puede afirmarse con entera tranquilidad que cobraba sobresueldos en negro de la caja b del PP, nutrida de los favores que los populares efectuaban a adjudicatarios concretos. Dada esta implicación económica, cuesta seguir a Maíllo o Hernando cuando se remiten a calendas prehistóricas. Es cierto que su presidente ingresó en pesetas y en euros oscuros, pero no ha pasado el tiempo suficiente para olvidar la fórmula de conversión entre ambas monedas.

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