Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Los agujeros negros de la tesis de Sánchez

Llevamos casi dos semanas a vueltas con la tesis del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en un flujo y reflujo de informaciones que ora le exoneran, o minimizan los daños, ora parece que las cosas vuelven a enturbiarse. Desde mi punto de vista, hay dos hechos incontrovertibles: el primero, que la tesis es un trabajo manifiestamente mejorable. Todo apunta a que Sánchez la hizo aprisa y corriendo, como un trámite obligado para obtener otras cosas, y no como un fin en sí mismo, que le permitiera reflexionar sobre un asunto de su interés, adquirir conocimientos teóricos y metodológicos y, en definitiva, formarse como investigador en su especialidad.

El segundo, que desde el minuto uno ha habido una cacería de los medios de comunicación conservadores y de un partido político (Ciudadanos) a propósito de esta tesis (el otro partido conservador, el PP, ha mantenido un discreto segundo plano en este asunto, por razones obvias). Y en esa cacería se han generado muchas informaciones inexactas, tendenciosas, o directamente falsas, para ver si con un poco de suerte podían debilitar a Sánchez o, quién sabe, incluso forzar su dimisión.

Curiosamente, los esfuerzos de los atacantes han sido, en buena medida, contraproducentes, pues la combinación entre sus errores y excesos, la decisión de la Moncloa de hacer pública la tesis doctoral y hacerla pasar por dos programas detectores de plagios (prueba de la que la tesis salió airosa) y, finalmente, la aparición de varios escándalos académicos que afectaban a Albert Rivera y a otros dirigentes de Ciudadanos contribuyeron a desinflar enormemente el asunto.

En gran medida, Sánchez se buscó sus problemas con la tesis por su decisión de mantenerla oculta en la biblioteca de la Universidad Camilo José Cela, sin digitalizar. No es que estuviera prohibido acceder a ella, pero era complicado conseguirlo (había que tener permiso del autor, y no se podía fotocopiar ni fotografiar). Esta decisión dio pábulo a todo género de rumores, potenciados por la rapidez con que Sánchez había culminado su trabajo y las condiciones con las que obtuvo el doctorado (un tribunal de amigos en una oscura universidad privada). Pero, a pesar de (o gracias a) los furibundos ataques de la derecha española, el presidente había logrado controlar los daños, huyendo del fantasma del plagio o las trampas y quedándose en el mucho más confortable de haber hecho una tesis tal vez mediocre o floja. Pero esto no es un delito, ni un motivo para dimitir, o pedir disculpas a nadie.

El problema es que recientemente han aparecido informaciones que vinculan el libro que sacó el ahora presidente del Gobierno a partir de su tesis con el plagio continuado de la intervención de un diplomático español en un congreso organizado por el propio Sánchez, cuando era profesor en la UCJC. Hablamos de varios párrafos literales sin atribuir, extremo que ha sido reconocido por Sánchez como «un lamentable error», al que le ha quitado importancia.

Sin embargo, la tiene, y mucha. Una cosa es hacer un mal trabajo, y otra, apropiarse el de otros. Los accidentes no existen. No a este nivel. Sánchez (o Carlos Ocaña, o ambos) le birlaron su trabajo a otra persona para engrosar su libro. Y que el libro tuviera poco éxito en su momento no le quita gravedad al asunto.

Es un momento tan bueno como cualquier otro para reconocerles que, en su día (2015), yo me compré, y lo que es peor, me leí, el libro de Pedro Sánchez. Me dio una mala impresión, porque lo vi como un refrito de obviedades y recomendaciones bienintencionadas extraído de textos oficiales. Y, además, me llamó muchísimo la atención que el libro tuviera un coautor, Carlos Ocaña. Es muy raro que un libro surgido de una tesis doctoral tenga más de un autor. Y extraordinario que el coautor del autor de la tesis no sea el director de la misma.

La cuestión que queda por dilucidar es quién fue el autor de la parte plagiada del libro. No les voy a engañar, todo indica que fue el presidente Pedro Sánchez, dado que la intervención plagiada se produjo en un congreso organizado por él; pero barrunto que igual la cosa se arregla echándole las culpas a Ocaña, más callado en toda esta cuestión que un sufridor del ¡Un, dos, tres!. Ya veremos si el presidente del Gobierno sale de ésta.

Compartir el artículo

stats