Hace cuatro o cinco años pocos pensaban que llegaríamos a esta situación: por lo visto, hay escasez de médicos. Es lo que se desprende de las noticias de los medios generales, aunque la prensa especializada no enfatiza tanto la escasez como la desigual distribución geográfica de los profesionales. Durante los últimos 25 años se ha hablado de la existencia en España de una bolsa de 20.000 médicos en paro. Han sido los tiempos del petróleo barato: un ejército de médicos dispuestos a aceptar cualquier oferta laboral, por precaria que fuera, procedente del sistema sanitario público con salarios inferiores a los de cualquier médico empleado público europeo. Estos profesionales han sido maltratados por las distintas administraciones que han gobernado nuestro sanidad pública independientemente de su color político. La demanda de trabajo superaba a la oferta y, en vez de emplear las remuneraciones y la estabilidad en el empleo como instrumento incentivador para atraer médicos hacia los puestos menos atractivos, el sistema sanitario público, principal contratador, se permitió ofrecer a estos médicos los trabajos más precarios, con las peores retribuciones y condiciones laborales, pues la ley de la oferta y la demanda jugaba, en el corto plazo, a favor del contratador. Ese fue el error que estamos pagando ahora: el pan para entonces y el hambre para hoy, pues no hay corto plazo que con el tiempo no se convierta en largo. No se pensó que eso se podía acabar y que sería muy difícil la gestión de los recursos humanos en nuestra sanidad cuando el petróleo dejara de ser barato: cuando ese ejército dejara de existir. Pues bien, es evidente que ese ejército ya no existe.

Afortunadamente, a fecha de hoy, es difícil encontrar un médico español de menos de 45-50 años de edad que no se dedique a su profesión. Pero también es evidente que muchos de los profesionales que formaban esa bolsa de 20.000 médicos han abandonado la profesión pues, sencillamente, no han podido ganarse la vida ejerciéndola de forma digna y continuada. La mayoría de ellos sobrepasa hoy la cincuentena y en un momento determinado de su vida decidió, hace algún tiempo, dedicarse a otra cosa. Otros muchos, más de 8.000, según estimaciones de algunos expertos, han emigrado a ejercer fuera de España. Una cifra muy importante si tenemos en cuenta que anualmente salen de nuestras facultades unos 4.000 médicos. ¿Qué se puede decir de un país que importa camareros y obreros de la construcción al tiempo que exporta médicos? España paga mal, muy mal, a sus médicos empleados públicos de modo que es el país europeo que peor les paga (ajustando por el nivel de renta del país). Incluso, en términos absolutos (sin ajustar por renta), un médico en Portugal, sin ir más lejos, está mucho mejor retribuido por su sanidad pública que un médico español por la suya, a pesar de la diferencia en renta entre ambos países.

Mientras esto sucede, empezamos a importar médicos de otros países, mayoritariamente extra-comunitarios (Europa del Este y Latinoamérica). Así, autoridades sanitarias españolas han viajado a países del antiguo sistema comunista a contratar médicos para nuestra sanidad pública. Es evidente que se está produciendo una sustitución: nuestros médicos emigran al tiempo que vienen a España médicos de otros países. Las malas retribuciones y la precariedad (inestabilidad y rotación en el empleo) hacen que perdamos parte de nuestros mejores profesionales. Todavía hoy, y excluídos los médicos residentes, el 30% de los médicos que trabajan en la sanidad pública no forma parte de la plantilla estructural: un auténtico disparate que sigue facilitando la sangría de nuestros médicos al extranjero.

Persiste la limitación a los estudios de Medicina. Sin ir más lejos, en la facultad de Alicante se pide este año una nota media (bachiller y selectividad) de 8,5 sobre 10 para ser admitido en primer curso. Esta limitación (numerus clausus) es efectiva desde hace tres décadas en todas las facultades españolas. Para estudiar Medicina en España no sirve cualquiera: uno ha de ser muy buen estudiante. Además, no basta con terminar la carrera (la única que dura 6 años). Para ejercer en el sistema sanitario público español, incluidos los centros de salud, es requisito desde hace más de diez años cursar una especialidad además de la carrera. Según especialidad, un total de 10 u 11 años de estudios: el doble que cualquier licenciatura. ¿Qué relevancia tiene esto? Sencillo: este nivel de exigencia ha hecho que nuestros médicos sean de los mejor formados dentro de la Europa desarrollada. Prueba de ello es que, desde hace años, son buscados por las autoridades sanitarias de países como el Reino Unido y Suecia que periódicamente envían delegaciones a los congresos médicos españoles para ofrecer a nuestros jóvenes profesionales tentadoras propuestas laborales. Sin embargo, España se permite el lujo de perder este potencial de talento y maltrata a sus médicos como si no le importara perderlos. Nuestros médicos se marchan y vienen otros con un nivel de exigencia formativa mucho menor (no sólo científica, también idiomática), a ocupar unos puestos de trabajo en el sector público mal retribuidos y con muy malas condiciones laborales. ¿Es esta la Sanidad que queremos? ¿Cuánto tardaremos en descubrir que no es médico quien dice serlo y haberse formado en cualquier país extra-comunitario y nos atiende en el centro de salud o en el hospital? ¡Ah!... ¿qué no ocurrirá nunca? ¿No acaba de ocurrir en La Vila Joiosa con un nacional muy conocido? La actual falta de médicos esconde una evidente mala gestión de la sanidad pública. Una gestión facilona basada en la existencia de un petróleo barato al que se ha despreciado por abundante durante años. Esos tiempos se han terminado. Veremos cómo se gestiona a partir de ahora.

* Médico de Familia. Plataforma 10 minutos en la Comunitat Valenciana