El discurso sobre la familia tradicional de los obispos que se niegan astutamente a crear una, y por lo tanto no saben de qué están hablando, es menos llamativo que su prosa viril y aguerrida. Al cardenal Bronco Varela sólo le falta posar con un kalashnikov al lado. Su sermón del odio eterno contradice la simplicidad anular de «Dios es amor», que sintetizó antaño el discurso católico. Aquella identificación conducía a la demencia contemplativa o a decretar un día en el que no muriera nadie. El Episcopado ha arramblado con la espiritualidad chapucera, y se apunta al materialismo tradicional.

Si los obispos no pudieran odiar a los divorciados, a los homosexuales, a los abortistas y a los izquierdistas, ¿a qué se dedicarían? Ronco Varela recluye a Dios en el Código Penal, redefine al ser humano como un Satanás con algún defecto de fabricación, exorciza a los adolescentes como íncubos creados para excitar la libido de la prelatura. Ha seccionado el refrán, para impartir a rajatabla «con el mazo dando». Si pronuncia la palabra amor, sufre un síncope. En esa hipótesis, su entusiasmo por la familia tradicional no se extenderá a la medicina tradicional. Exigirá que se le dispensen los últimos avances científicos antes que los óleos -¿recuerdan a Juan Pablo II?-, sin reparar demasiado en la opción sexual de los médicos que le atiendan.

Dios era amor. En la actualización cardenalicia, Dios hace la guerra, también sin preservativo. Se trata de una degeneración previsible cuando hablas de la religión en alemán, como hacen Bravucón Varela y Benedicto Siglo XVI. En los tiempos de la iglesia hippy de Juan XXIII, sabíamos exactamente de qué paraíso estábamos hablando. En cambio, la hipótesis de compartir también la vida ultraterrena con Rocky Varela obliga a una sobredosis de fe en la eternidad. Tal vez el cielo necesita la limpieza que él llevaría a cabo, expulsando al infierno a la mitad de los santos. Y hablando de familia tradicional sin amor, ¿no fue Rouco Varela quien casó a la princesa divorciada? Eso sí, ponía mala cara.