­Si alguien preguntara qué imagen se tiene de los alcaldes, seguramente, la mayoría de ellos respondería que trabajan poco y cobran demasiado. La política, y en concreto los políticos, han caído en el descrédito. Los continuos abusos urbanísticos, las comisiones y las cantidades económicas desorbitadas que se dedican, en algunos ayuntamientos, para sustentar puestos de trabajo para «amigos» han propiciado que el ciudadano de a pie ya no confíe en quien gobierna, ni tampoco en los que pelean por hacerse con el poder.

En los tiempos en los que nos movemos, sorprende que una de las acepciones de la palabra ´política´ en el diccionario de la Real Academia Española (RAE) sea ´buen modo de portarse´. No obstante, y pese a todo, aquella política romántica que surgió con la llegada de la democracia, aquel afán personal de querer trabajar para los demás, todavía se conserva en algunos pueblos de la provincia de Castelló en la figura de un alcalde que no cobra, vive de su profesión y está al servicio de sus vecinos las 24 horas del día. Se podría decir que tienen el «hobby» de ser alcaldes.

Al servicio las 24 horas

¿Se ha imaginado alguna vez encontrarse al alcalde de Castelló, o al de Vila-real, o al de Burriana –por poner ejemplos– en un bar, pedirle que le firme unos documentos y que éste se los rubrique? Pese a que ellos tendrán unos buenos sueldos, seguramente, se disculparían y les invitaría a que pasaran por el ayuntamiento en horario de atención al ciudadano. No es el caso del alcalde de Espadilla, Vicente Domingo Silvestre, quien, pese a que no tiene ninguna remuneración mensual, reconoce que en más de una ocasión ha tenido que dedicar parte de su tiempo de descanso para atender a sus vecinos.

«A veces, algún sábado e incluso domingos, estoy en el bar y me piden un certificado o que les abra el centro de salud para recoger alguna medicina,... y tengo que ir. Nunca les he dicho que no», explica el primer edil. Pese a que es un pueblo pequeño, Silvestre ha de ser alcalde las 24 horas del día y presta un servicio continuado. Tiene que controlarlo todo: desde cambiar una bombilla a cualquier desperfecto o necesidad de sus habitantes.

La principal motivación que le anima a seguir como alcalde es el «cariño» que dice ha cogido al pueblo y sus vecinos. Y es que, el beneficio económico es nulo y, en algunos casos e incluso se pierde dinero. «Desde que estoy como alcalde he ganado 52 euros por la asistencia a un pleno y un viaje que tuve que hacer. Realmente, en mi caso, es un cargo ruinoso», añade el munícipe quien vive de su profesión de asesor fiscal.

El alcalde de Fuente de Ayódar, Jorge Lucena, compagina su trabajo de funcionario en el departamento de personal del hospital Provincial de Castelló con su labor como primer edil. Empezó en el cargo en el año 1995 con apenas 22 años y, por supuesto, sin retribución. En todo este tiempo ha trabajado para un pueblo de poco más de cien habitantes sin plantearse ascender en su carrera política. «Nunca me he propuesto ser alcalde de otro municipio más grande, no tengo esa ambición política, lo único que me planteo es que tengo que trabajar por la gente del pueblo», añade Lucena. Asegura que, en su situación, no sería lógico que cobrara. «Tenemos un presupuesto de 160.000 euros con el que nos viene justo pagar los gastos corrientes y con el que no podríamos soportar más sueldos», apunta el alcalde.

Se muestra partidario de las retribuciones que reciben los alcaldes aunque apunta que, en algunos casos, se tendría que cuestionar si son cantidades «lógicas». Además, añade que «hay que valorar el trabajo de los alcaldes que tienen que sacrificar una parte de su vida para levantar un pueblo». Un parte de la vida que se suele sacrificar es la familiar, un hecho que, ahora, está haciendo que Lucena se plantee abandonar la alcaldía. «Mi familia me lo ha pedido en varias ocasiones, yo todavía no lo tengo claro. Supongo que cuando tenga que llegar, llegará».

Los logros

Los alcaldes de pueblos pequeños se pueden considerar políticos de los de antes, políticos en los que nacía una vocación por trabajar para los demás y mejorar la calidad de vida del pueblo. Y es que con un presupuesto irrisorio consiguen levantar grandes proyectos, evolucionar con el paso del tiempo y potenciar su cualidades. Espadilla, con un presupuesto que oscila los 30.000 euros y algunas ayudas, ha conseguido en estos últimos años tener un ayuntamiento nuevo y habilitar alojamiento rural con el que potenciar el turismo. En Fuente de Ayódar, con 160.000 euros al año, han conseguido tener un consultorio, un parque infantil, un hotel y un local para los más jóvenes.

Estos alcaldes son un ejemplo para los cientos de políticos que se mueven entre la abundancia y la ostentación. Son personas a las que no les importan las pugnas políticas y sólo tienen en su agenda las necesidades reales de sus vecinos.