A Francisco Toledo le queda poco más de un mes para dejar el cargo de rector de la Universitat Jaume I de Castelló. Ahora es momento de hacer balance de su gestión al frente de un campus que acaba de cumplir su 19 aniversario. Han sido nueve años de mandato en los que, por un lado, ha vivido una relativa calma interna y, por otro, ha sufrido una cierta incomprensión por parte de unas instituciones locales y provinciales recelosas de un poder que no controlan. Levante de Castelló ha recabado la opinión de los ex rectores de la UJI sobre las dos legislaturas de Francisco Toledo. Francisco Michavila, Celestino Suárez y Fernando Romero coinciden en calificar de «positivo» el trabajo de Toledo y destacan como sus principales hitos el crecimiento de las infraestructuras y su papel reivindicativo ante otras administraciones. Como únicas sombras, Suárez menciona cierta demora en la adaptación al proceso de Bolonia, y Romero lamenta la falta de transferencia de conocimiento al tejido productivo.

«Sus años de rector han servido para consolidar la UJI. Ha llevado a cabo su labor con espíritu integrador y negociador, ha avanzado en infraestructuras y ha logrado lanzar Ciencias de la Salud», subraya Francisco Michavila, primer rector de la Jaume I de Castelló (1991-1993). Fernando Romero (1995-2001) resalta su capacidad a la hora de captar recursos y el aumento de la oferta académica. Y es que si los tres primeros rectores se encargaron de poner en pie los cimientos y el marco estatutario, Toledo ha centrado su cometido en desarrollar nuevas dotaciones. En nueve años se han puesto en marcha la facultad de Ciencias Humanas, el pabellón deportivo, el Paraninfo, el edificio de postgrado y consejo social, el Ágora, la residencia universitaria, el primer inmueble del parque científico y la sede universitaria de la ciudad (Llotja del Cànem), entre otros proyectos. Nuevas infraestructuras que han afianzado el campus castellonense, tal como resaltan los tres ex rectores.

Romero matiza, no obstante, que ha sido una expansión más cuantitativa que cualitativa y muestra sus dudas sobre la sostenibilidad del campus en la crisis económica.«Hemos aumentado en edificios, títulos y publicaciones, pero se podría haber hecho un esfuerzo mayor para propiciar más transferencia al tejido productivo», abunda. Es un punto negro que achaca más al sistema universitario que a la gestión de Toledo. La universidad española prima más, añade, las publicaciones en revistas internacionales que la contribución de un investigador al entorno económico. «Nos juzgan más por el número de artículos que por el de patentes», agrega Celestino Suárez (1993-1995). Pese a ello, en investigación, Suárez señala que la UJI también ha registrado una importante mejora. «Pese a su juventud, está muy bien situada. No se puede comparar con la Complutense de Madrid o con la Universitat de València, pero está mejor posicionada que otras universidades más antiguas». Michavila destaca, por su parte, la obtención del Sello de Oro de Excelencia Europa 500+.

Los tres ex rectores también valoran la adaptación de las titulaciones de la Jaume I al Espacio de Educación Superior Europeo, aunque en este apartado Suárez apunta que la universidad castellonense se ha adecuado al proceso de Bolonia con más retraso que otras universidades.

Reivindicativo

Otro de los puntos fuertes de la gestión de Toledo ha sido, según Michavila, Suárez y Romero, su enérgica defensa de los intereses de la Universitat. Ha lidiado con la Conselleria de Educación, Diputación de Castelló y ayuntamiento, sobre todo con las dos últimas instituciones, quienes han visto a la Jaume I como un intruso. De ahí sus disputas públicas con el consistorio por la utilización de edificios públicos en desuso de la ciudad. Toledo se marchará con todas estas polémicas solventadas. Con la Generalitat Valenciana ha pactado el nuevo sistema de financiación universitario, y con el ayuntamiento ha acordado un uso compartido de los antiguos edificios de Hacienda y de la Audiencia.