La amistad es lo que empujó a Ana Ramón Rubio a escribir «Todos queríamos matar al presidente», la multipremiada webserie que triunfa entre el público. Más de un año después del rodaje, la cineasta relativiza el éxito. «No esperábamos nada de la serie. Era un juego», asegura. Esta valenciana es la ganadora del Premio Levante-EMV Prensa Ibérica de Producción Audiovisual 2018. Con cuatro producciones a sus espaldas, fundó junto a María Albiñana la sección de webseries del festival Cinema Jove. Con «Todos queríamos matar al presidente» ha obtenido el amplio reconocimiento de los espectadores. Protagonizada por Ana Caldas, Jaime Reynolds, Fede Rey o Joan Manuel Gurillo, narra cómo un grupo de trabajadores de catering descubren que el polémico presidente del gobierno ha fallecido después de haber ingerido su comida.

P ¿Ya se ha cansado de viajar por festivales de todo el mundo?

R Qué va. En realidad nos quedan todavía bastantes. El próximo mes asistiremos al Sicily Web Fest (Italia) y al Die Seriale (Alemania). No vamos a abandonar el circuito de festivales, al menos, hasta el mes de septiembre. En total llevaremos un año por ahí (ríe).

P Acabó de rodar la serie en febrero de 2017. Ha sido un año de reconocimientos.

R Sí, la serie está funcionando muy bien en los festivales y está gustando mucho al público. Pero en realidad, empecé el proyecto sin ánimo de reconocimientos. El equipo que formamos para rodar la webserie «Sin vida propia» (2013-2015) acabó convirtiéndose en un grupo de amigos que queríamos volver a hacer algo juntos. «Todos queríamos matar al presidente» acabó siendo un proyecto colectivo. Empezamos la webserie sin una estrategia de distribución. No teníamos presión de ningún tipo.

P ¿No le daba miedo?

R No, porque sólo hago lo que me gusta. El hecho de que no hubiera una cadena o un productor ejecutivo pendiente de su inversión facilitó mucho el proyecto, aunque parezca una contradicción. La serie nació como un juego. Rodar o escribir un guion es diversión para mí.

P ¿Qué cree que ha enganchado tanto a la gente de su webserie?

R Es una historia muy universal, porque juega mucho con la doble moral que tenemos todos. La serie te hace abrir los ojos sobre algunas cosas. Cuando alguien hace algo cuestionable lo criticamos y nos parece mal, sin embargo, cuando lo hacemos nosotros nos justificamos hasta la saciedad. La serie plantea ese dilema a la audiencia. Además, los personajes son muy reconocibles. Incluso los que son muy estrambóticos, como la última prostituta que ve con vida al presidente. También engancha el cambio de registro hacia el thriller. Hay muchas incógnitas.

P Las contradicciones también están presentes en los personajes.

R Ahí tuvieron mucho que ver los actores. Con ellos también trabajé en «Sin vida propia», por lo que teníamos mucha confianza. Exploramos juntos el carácter de cada uno de los personajes y ellos añadieron cosas que yo no había previsto.

P ¿Opta siempre por dar libertad a los actores?

R Sí. Su vinculación da mucho más valor al proyecto. Ellos son los que aportan el carácter humano a los personajes de ficción. Ha sido un trabajo en equipo que ha acabado dándole mucho volumen a cada uno de los personajes de la serie.

P ¿Surgió la posibilidad de nombrar a algún personaje real para crear los personajes?

R Cada actor buscó sus referentes. Pero la verdad es que siempre intentamos jugar sobre una «tabula rasa» porque no queríamos que el espectador identificara a personas reales en nuestros personajes. No queríamos estereotiparlos.

P Aunque sabe que es inevitable pensar en Trump cuando uno ve al presidente en la serie...

R Supongo que sí, pero nuestro personaje va más allá. Representa lo peor que podría hacer un representante político. Ni siquiera Trump es tan malo. Nadie es tan ladrón, putero o mafioso como el nuestro.

P La historia sorprende por este personaje y su final.

R Sí, aunque «Todos queríamos matar al presidente» no va sobre lo que le pasa a este hombre, sino sobre el fondo de las personas.

P En una ocasión reivindicó que la palabra ´webserie´ debería desaparecer del mapa.

R Sí, o al menos debería cambiar su significado. Hoy en día, la gente se piensa que una ´webserie´ es un producto de segunda categoría. La etiqueta sufre prejuicios sociales todavía a pesar del triunfo de plataformas como Netflix.

El terreno audiovisual está cambiando muchísimo. Al fin y al cabo, una serie que se reproduce en el ordenador y a través de Internet, es una webserie. Ahí entran producciones como «Juego de tronos» o «Stranger things». Una webserie es un producto audiovisual seriado pensado para distribuirse por Internet. Cuando empiecen a llamar webseries a las series de Netflix, entonces habrá un cambio real en el significado.

P ¿Ve diferencias entre los términos?

R La principal diferencia está en la duración. Las webseries suelen ser más cortas de duración, pero no es una norma. De hecho, los capítulos de una de las webseries de culto españolas, «Malviviendo», duran unos 40 minutos. Por lo tanto, la diferencia entre conceptos suele recaer sobre la calidad. En general, a los espectadores la palabra webserie les suele tirar algo para atrás. Es injusto.

P Cuando la webserie de Los Javis, «Paquita Salas», pasó de Flooxer a Netflix, muchos predijeron la desaparición del prefijo ´web´. No ha sido así. Ahora es considerada una serie.

R «Paquita Salas» ha triunfado muchísimo. Pese a todo, yo sigo considerándola una webserie porque nació en Internet. Si una serie es buena sigue siéndolo a pesar de que se distribuya en Internet.

P ¿En qué está trabajando ahora?

R Estoy rodando una serie para À punt junto a Pau Martínez. Se llama «La vall».

P ¿Cuándo sabremos algo de la producción?

R Muy pronto. Estamos a mitad del rodaje.