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El día que la duquesa de Alba pasó en la Ribera

La peculiar noble realizó un extenso «tour» por diversas poblaciones de la comarca el 24 de mayo de 1964, donde fue agasajada con todos los honores y hasta nombrada hija adoptiva

EStampas de la visita de la duquesa de alba a la Ribera en mayo de 1964. Cayetana Fitz-James Stuart, durante su visita a Alzira con las autoridades locales. f foto de a. rovira/ Apoteósico recibimiento a la duquesa en Sollana. La duquesa de Híjar, en el Salón de Plenos de Sollana f levante-emv

Entre los numerosos títulos nobiliarios que ostentó a lo largo de su vida la fallecida este jueves María Rosario Cayetana Fitz-James Stuard, conocida popularmente como la duquesa de Alba, se encontraba el del ducado de Híjar —que en 2013 cedería a su hijo Alfonso Martínez de Irujo—, fuertemente vinculado con la Acequia Real del Júcar al haber sido el duque de Híjar, Señor de Sollana, quien ampliara este canal en el siglo XVIII.

Precisamente, en las celebraciones del séptimo centenario de su construcción, Cayetana de Alba, la mujer con más títulos del mundo, participó activamente en diversos fastos que tuvieron lugar en la Ribera. El domingo 24 de mayo de 1964 realizó un completo «tour» por la comarca, levantando una gran expectativa de la que las crónicas de la época se hicieron amplio eco.

Aquella jornada, la particular duquesa llegó a Alzira por la tarde en una caravana que había arrancando en Antella. En la capital comarcal impuso la medalla de oro de la ciudad a la Senyera de la Acequia Real y descubrió una placa en homenaje a la villa, dedicada por la Junta de Gobierno de la comunidad, empotrada en los muros del salón de sesiones del consistorio.

El alcalde de entonces, Bernardo Andrés Bono, así como las autoridades civiles, militares y eclesiásticas, acompañaron a la noble hasta el archivo municipal, donde el entonces encargado de su gestión, el sacerdote Don José María Parra, le mostró algunos de sus más preciados tesoros históricos.

Hija adoptiva de Sollana

Lo que pocos sollaneros sabrán es que esta semana han perdido a una de sus hijas adoptivas más ilustres. Aquel mismo día, la duquesa de Híjar también visitó este pequeño municipio de la Ribera Baixa, donde obtuvo una acogida verdaderamente apoteósica por parte de sus habitantes.

En su crónica recogida en las memorias de Vicent García Castillo, Rafael Tasso narra cómo la comitiva, que procedía de Algemesí, se adelantó al horario previsto y tras tenerse noticia de su llegada, un volteo general de campanas y el disparo de unas salvas de pólvora «bastaron para poner en movimiento a la población».

Las autoridades, con el primer edil Francisco Ferrandis Ibor a la cabeza; la banda de música y una multitud de vecinos se echaron a la calle para recibir a las ocho de la tarde bajo los acordes de la Marcha de Infantes a la sucesora de quien fuera artífice en su día de la ampliación de la acequia que permitiría regar aquellas tierras con el agua del río Xúquer. Las calles, sembradas de adelfas y murta, honraron con pancartas y cobertores de seda colgados de los balcones a quien ese mismo día sería proclamada hija adoptiva de Sollana y se honraría con una calle dedicada al ducado de Híjar. Cayetana visitó la iglesia parroquial, donde besó el Lignum Crucis y el coro entonó el «Aleluya» de Haendel.

Acogida abrumadora

Posteriormente, en el Salón de Plenos del ayuntamiento, donde se le había preparado un «regio sillón», pronunció un discurso en el que afirmó sentirse abrumada por la acogida. En el poco tiempo que había estado en Sollana «me han ganado el corazón, pues estoy recibiendo del pueblo los honores más preciados».

«He sentido latir el corazón de las gentes y considero a Sollana como pueblo mío». Cayetana recordó que parte de la heráldica de la localidad le resultaba familiar, «pertenciéndome la mayoría de estos blasones no por mi deseo, sino por designio de Dios, que me hizo heredera directa de aquellos ilustres personajes».

Tras la ceremonia, la duquesa salió al balcón para saludar a la muchedumbre que se agolpaba en la plaza, que la ovacionó «con un verdadero clamor de aplausos», según describe Tasso en su crónica del día.

Después, en la Casa Social de la Junta Directiva local de riegos de la Acequia Real, se nombró a la duquesa presidenta de honor de dicho organismo.

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