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La sequía dificulta la recuperación de las viejas canteras de la comarca

Centenares de pinos mueren de sed en las explotaciones de Corbera o Llaurí - El dueño defiende que ha avanzado en los trabajos pese a los contratiempos

Un camión aboca tierra en la cantera de Llaurí para ataludar parte de la montaña, donde después se plantarán pinos. vicent m. pastor

La sequía es uno de los últimos imprevistos a los que el sector de los áridos se enfrenta en la Ribera en su labor de recuperación ambiental de las viejas canteras que permanecen activas. A los efectos de la crisis económica, que desde el estallido de la burbuja inmobiliaria ha reducido de forma drástica la demanda de material para la construcción hasta situar a la Comunitat Valenciana en el último lugar en cuanto a consumo por habitante de España, se suma ahora la falta de agua que ralentiza los procesos de regeneración.

No en vano, la prolongada ausencia de lluvias ha propiciado que centenares de los miles de pinos que habían logrado crecer en las canteras de Corbera, Llaurí o Alfarp en el marco de las labores de recuperación hayan muerto de sed estos años.

Ximo Magallo, propietario de la firma que las explota y a su vez presidente de la patronal del sector de las canteras Arival y de la federación nacional, desgrana el cúmulo de imprevistos que desde 2007 han tenido que afrontar los empresarios para cumplir con su obligación de integrar paisajísticamente sus explotaciones mineras. La caída de la obra pública, la paralización de la construcción y las condiciones climatológicas han jugado claramente en su contra. «Se nos acusa de incumplir plazos y sólo de extraer material y no de regenerar, pero eso es rotundamente falso», defiende Magallo, quien recuerda que tienen a obligación legal de restaurar, aunque añade que no siempre las condiciones lo favorecen.

Su empresa, Canteras y Áridos Llaurí SL, empezó a trabajar en la cantera Girtal (260.000 metros cuadrados de superficie) de Corbera a principios de la pasada década. La actividad allí llevaba en marcha desde antes de 1975. La de Llaurí la adquirieron en 1994. Los técnicos explican que cuando llegaron se encontraron con unas explotaciones viejas en las que no se había trabajado pensando en la restauración, sino simplemente en la extracción. Los nuevos dueños tuvieron que cambiar esta concepción.

Al amparo de la desregularización, «antes se sacaba material y no se daba forma ni sentido a la montaña» para después replantar vegetación allá donde se había quitado la piedra, indican los expertos. Aquello ha tenido una repercusión directa en las labores de hoy, que se han visto también por esto ralentizadas ante la obligatoria adaptación del terreno para su regeneración, sostienen.

A pesar de ello, se ha avanzado lentamente en la restauración, concepto que no obstante Magallo rechaza ya que considera que evoca la posibilidad de volver al estado original, algo imposible. «Lo que se hace es integración paisajística», precisa. Magallo esgrime que su actuación cuenta con el aval de la conselleria, donde anualmente deben entregar los planes de labores para dar cuenta de los avances en la recuperación de las canteras.

Proceso costoso

El proceso de regeneración es complejo puesto que se debe ataludar la montaña para crear pendientes sobre las que después plantar vegetación. En las tres canteras citadas, los operarios han tenido que ir dividiendo en escalones los cortes en el monte que ya estaban hechos. En Llaurí, que con unas 70 hectáreas pasa por ser la segunda explotación minera más grande de la Comunitat Valenciana, algunos alcanzaban la friolera de 186 metros de altitud. Tras este paso, se procede a darles forma de pendiente abocando tierras.

Una vez logrado, se prosigue con su revegetación para lo que es necesario aportar inicialmente materia orgánica de la que carecen las tierras depositadas, procedentes de obras. Esto se hace generalmente con cieno extraído de la limpieza de las acequias.

Luego, se siembran gramíneas para dar estabilidad al terreno, lo que puede prolongarse de dos a tres años, necesitando ser resembrado con frecuencia. No en vano, se han alcanzado en ocasiones hasta las cuarenta siembras. Posteriormente, se procede a la plantación de especies arbóreas como pinos. No todos crecen. Sólo en Corbera se han llegado a plantar 1.000 y en Alfarp los cifran en 10.000. Para consolidarlos, se usa riego por goteo.

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