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El molino de las segundas oportunidades

El emblemático inmueble emplazado en Polinyà de Xúquer espera que la Mancomunitat decida su funcionalidad para evitar otra década de parálisis

El molino de las segundas oportunidades

Un dicho popular asegura que «el Molí de Monsalvà ni para ni va». El adagio hace referencia a la originaria necesidad de agua para hacer funcionar la maquinaria de este emblemático edificio del siglo XIV que hasta la desamortización perteneció a la Baronía de Corbera. Sin embargo, el refrán puede tener los días contados voluntad política mediante. Tras años de parálisis, el molino quiere volver a funcionar. Una taller de empleo ha logrado devolverle parte del esplendor perdido. Pero además, ha conseguido otras muchas cosas. Ubicado en la partida de Colom (Polinyà de Xúquer), en origen era de tipo hidráulico, movido por la fuerza del agua de la acequia de Quatre Pobles, conocida popularmente como del Rey. Después se electrificó, pero todavía mantiene la estructura original, según explica el historiador poliñanense, Eduard J. Gay.

Estuvo en funcionamiento hasta los años setenta del siglo pasado. Abasteció a las localidades de Fortaleny, Riola, Polinyà de Xúquer, Benicull y un buen puñado de alquerías. En la zona mucha gente todavía recuerda ir a moler arroz, maíz y otros cereales. Su cierre propició el inicio de un proceso de decadencia que estuvo apunto de dar al traste con esta joya arquitectónica. La pantanada del 82 y otros hechos ocasionales le clavaron la puntilla, subraya Gay. El agua se llevó parte de la maquinaria, que aún así logró conservarse en buena parte.

No fue hasta 2003 cuando un rayo de esperanza asomó en la vetusta trayectoria de un elemento señero del patrimonio medieval de la Ribera Baixa. Entonces, la Mancomunitat lo adquirió y dos años más tarde impulsó un proyecto de recuperación que, entre 2005 y 2007, consolidó su estructura y lo salvó de la desaparición. Pese a ello, una vez más el destino deparó otro olvido. Llegó la crisis, cambiaron las prioridades y la paralización se apoderó del Molí. «No paso por allí porque me pongo enfermo de ver cómo está», llegó a decir en alguna ocasión el presidente comarcal en funciones, Joan Baptista Ferrando, preso de la impotencia por no contar con recursos económicos para acabarlo.

Rescate

La oportunidad llegó hace unos meses con el taller ocupacional concedido al Consorcio de la Ribera que preside J. Ignacio Barrachina. Bajo la coordinación de profesionales de las bellas artes, la restauración, la arquitectura y la obra, dirigidos por Mónica Villalba, un total de 30 parados del sector de la construcción (20 hombres y 10 mujeres) han ejecutado durante seis meses las tarea que ha permitido que las paredes hayan recobrado la piedra original del siglo XIV. El suelo, que en un tercio de la nave todavía era de grava, se ha cubierto con cemento.

También se ha eliminado por completo la plaga de carcoma que había anidado en las entrañas de la madera que compone la maquinaria que todavía queda, la cual se compone de elementos de hierro también restaurados. Se ha descubierto incluso un arco en la parte baja de la puerta de acceso.

El taller ocupacional estaba dirigido a parados mayores de 25 años, dando prioridad a mujeres, principalmente víctimas de violencia de género, personas con discapacidad, en situación o riesgo de exclusión social, mayores de 55 años, personas con baja calificación y parados de larga duración. Entre los alumnos el taller se ha bautizado como «el molino de las segundas oportunidades», dado que, para la mayoría de ellos, este trabajo ha supuesto la reinserción en el mundo laboral después de estar en paro entre 4 y 5 años seguidos de media. Para estas personas, como para el molino, ha sido un nuevo tren al que subirse. Cuál será la siguiente estación es un misterio que depara este apasionante trayecto.

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