Una mujer emprendedora,Lidia, joven nacida en l'Ènova, tuvo un día la feliz idea de desarrollar alguna actividad que aportara algo de dinero a las personas que no tienen trabajo y tampoco reciben ninguna prestación. Como antídoto contra la maldita crisis se le ocurrió montar un rastro. La respuesta por parte de personas interesadas en el proyecto no se hizo esperar y hoy es una realidad consolidada que se hace especialmente atractivo a lo largo del verano. Los asistentes, además, están a cubierto del sol de justicia que atemoriza a los ciudadanos durante este mes de juli0. Una nave de 700 metros cuadrados acoge actualmente más de veinticinco vendedores, la mayoría españoles.
«Disponemos de un lugar que reúne todas las condiciones, para todas aquellas aquellas personas que nos visiten, hay una zona para aparcar, bar y un espacio vigilado para niños para que sus padres o familiares realicen tranquilamente sus compras», destaca Lidia. La oferta es amplia: se muestran decenas de artículos, tanto, muebles, artesanía, cuadros, libros o ropa. «Nos han visitado parisinos, alemanes, ingleses. Y mucha gente de la comarca. Todos sese quedan asombrados de lo que ven, y a qué precios», remarca la organizadora.
El rastro abre cuatro días a la semana: los miércoles, viernes, sábados y domingos con horarios de 10 a 14 horas. El mercadillo recibe tanto niños como jóvenes, y ciudadanos adultos. También muchos españoles y extranjeros interesados en las antiguedades. Un mundo de oportunidades.
