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Del paro al campo

La azada como último recurso

El campo se ha convertido en el refugio laboral al que regresar tras haber pasado por un despido. La tabla de salvación a la que se agarran desempleados de todas las edades y nacionalidades.

La azada como último recurso

«El campo siempre nos acoge. A la tierra siempre se puede regresar», sentencia un agricultor de la comarca. Habla con conocimiento de causa, son muchos los jóvenes que no han tenido oportunidad de estrenarse en el mundo laboral. Otros, en cambio, se quedaron sin empleo en ese punto en el que eres mayor para competir por un puesto de trabajo pero demasiado joven para pensar en la jubilación.

Unos y otros regresaron a los orígenes, rescataron las tierras de sus abuelos o de sus padres del abandono y pelean actualmente por ponerlas en funcionamiento para poder vivir de ellas.

Según un informe de la Unió de Llauradors de enero de 2015, en el periodo 2008-2012 se destruyeron 1.564 hanegadas en la Ribera, el equivalente a 2.500 campos de fútbol. En el sector a este fenómeno se le conoce como «la mancha marrón». Explica José Carlos Martínez, secretario comarcal de la Unió de Llauradors, que esta mancha apareció tras el abandono generalizado de tierras debido a la crisis de precios de la citricultura.

En 2012 la tendencia empezó a cambiar gracias a que mucha gente regresó al campo tras haberse quedado sin trabajo. «El campo es un refugio, todos en la comarca tenemos un trozo de tierra o familia o amigos que lo tiene, somos hijos o nietos de labradores», asevera Martínez. Este el caso de Carles Sánchez, pero también el de María Jesús, Juan, Elena y Laura.

El regreso a las raíces

Carles vendió su pequeña flota de camiones cuando la crisis apenas asomaba, así que sacó un buen precio por ellos. De los beneficios se decidió a apostar por la agricultura ecológica en Catadau. Previamente lo intentó con una granja de caracoles, aunque «ese proyecto de momento está aparcado», comenta.

Se formó, compró cinco hanegadas de tierra y cultivó hortalizas, verduras y cítricos sin pesticidas ni productos químicos. Sin prisa, pero sin pausa. Él ya poseía conocimientos, pero a un nivel «de andar por casa», bromea, y a partir de ahí se lanzó a por el sello de certificación ecológica y a crear una marca propia. Dice que éste no es ni mucho menos un oficio para hacerse rico, pero que sí te da libertad y «te permite ser más feliz».

Desde hace algunos años la «mancha marrón» está remitiendo y virando a verde, cuenta el portavoz de la Unió de Llauradors, gracias en parte al éxito del caqui y a las granadas, que poco a poco también se están instalando en la Ribera.

Tras la crisis vivida en el mundo de los cítricos se apostó en líneas generales por plantar caquis, aunque en algunas cooperativas, como la de Benimodo, se aconsejó que se diversificaran las variedades y hoy la localidad y sus agricultores son referentes en el cultivo de albaricoques, paraguayos, kiwis o sandías.

El secretario comarcal de la Unió no se atreve a dar cifras concretas, aunque es consciente de que efectivamente se ha producido un éxodo de trabajadores al campo pero, matiza, «esto también tiene sus peligros».

La tierra a la que regresan muchos desempleados ya no es la tierra que dejaron su padres y abuelos, el campo está sometido a una reglamentación estricta que debe ser de obligado cumplimiento, apunta Martínez. Como en todas las profesiones el reciclaje es cada vez más un obligación, y no una opción por la que apostar en un momento dado de tu vida, asevera.

«El agricultor del presente debe conocer los ciclos de cultivo de los árboles y las hortalizas, los sistemas de poda modernos, la adecuación de las parcelas que está trabajando si queremos garantizar nuestra supervivencia», señalan.

La comarca de la Ribera se agarra a la tierra desde muchos anclajes, es una zona eminentemente agrícola con labradores que, a menudo, no se han profesionalizado lo suficiente. «Se necesita personal cualificado, gente formada y que conozca la reglamentación para poder asegurar que tenemos un futuro por delante», sostiene el secretario comarcal de la Unió de Llauradors.

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