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Cinema Paradiso en Catadau

La historia del cine menos visible es la de sus máquinas, aquella que todavía está por escribir y que pretenden poner en valor en un pequeño municipio de la Ribera

­Creció entre bobinas de celuloide, su padre era el propietario de un pequeño cine en Catadau y también de una empresa de servicios cinematográficos que daba soporte a salas grandes y a pequeñas reparando proyectores o cuestiones relativas al sonido. Así que acabar siendo coleccionista de cine prácticamente le vino impuesto.

Para Yuri Aguilar estar tan en contacto con materiales especializados le ha dado la oportunidad de saber diferenciar muy bien qué pieza tiene valor, y por tanto debe ser recuperada, del resto. A veces, relata, «a mi padre y a mí se nos pone a tiro maquinaria realmente valiosa en sitios inesperados». Se refiere al B1 de Belloch, el primer proyector fabricado por una empresa valenciana que encontraron, casualmente, en medio de un gallinero, en perfecto estado y con todas las piezas.

Una casa dedicada al cine

Subiendo la escalera que da a la antesala de su despacho en Catadau, un cartel del Nodo recibe al visitante con esa particular retórica de tiempos de la Dictadura. En la antesala una cuidada colección de proyectores gigantescos, una vitrina que contiene en su interior un carné original de operador de cine de 1932, entradas correspondientes a la extinta Sala Apolo de Valencia, donde se hizo la primera proyección de cine un 10 de septiembre de 1896, o sacos de película originales revelan que el cine es más que una pasión para esta familia, tanto que han llegado a acumular más de 2.000 piezas relacionadas con el cine, de las cuales el 25% son estrictamente de origen valenciano o han sido utilizadas en salas valencianas.

Su intención, la de Yuri y su padre Antonio, es encontrar, catalogar y recuperar toda aquella maquinaria fabricada en la C. Valenciana con la intención de salvaguardarla y exhibirla al público llegado el momento.

Esa pasión les ha permitido recuperar el primer proyector construido íntegramente en Valencia por la casa Belloch. Fabricado en 1905, están en proceso de restauración y «podemos afirmar que es la primera máquina cinematográfica de patente valenciana», explica. Esta familia posee, probablemente, la colección más importante de proyectores de España.

Aguilar asegura que no hay museos del cine en el estado, hay pocos y generalmente han pasado de manos privadas a manos públicas. Un tema que le tiene especialmente preocupado pues visibiliza la escasa importancia que se le da socialmente a ese mundo que él tanto ama.

Son varias las empresas valencianas que se dedicaron a la industria de servicios del cine, explica. Mayafot, por ejemplo, introduce la luz de xenón en los aparatos de cine, y es además la primera que introduce esta tecnología en España. Su sede estaba en la calle Pedro III el Grande, en Valencia. Proyecson es actualmente la única empresa relacionada con la cinematografía valenciana que todavía está en funcionamiento. Electrosinfonic y Talleres Chirivella bajaron persiana años atrás.

Aguilar asegura que la gente desconoce cómo funciona un proyector, dice que es un mundo totalmente desconocido para el ciudadano de a pie. De ahí su interés en catalogar y exhibir sus hallazgos. «No sé muy bien diferenciar entre el trabajo y la afición, y eso me da mucha paz».

Es la historia del cine que queda por escribir, dice, la de las máquinas. «Sospechamos que han desaparecido mucho material valenciano, del cual no existe ni planos actualmente», lamenta. «No es una cuestión de nostalgia proteger este material, el cine también explica nuestra evolución social, habla de cómo se comporta una ciudad en una etapa en concreto», asevera.

Actualmente tiene en catálogo 850 títulos de películas de diversa índole, desde cine de autor hasta películas más comerciales. Hace poco le sustrajeron una copia del «Acorazado Potemkin» de 1925, la más antigua de su colección. La suerte quiso que quedara un solo rollo en la bobinadora, rememora. En total suman más de dos millones de metros de celuloide el que almacena entre las cuatro paredes del taller de Aguilar cinematografía. Para Yuri Aguilar, como para Alfredo en Cinema Paradiso, coleccionar los descartes de otros es su forma de conservar la esencia más real del cine.

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