Las barreras que marcan la entrada al paraje de la Murta pasan ahora más horas cerradas que abiertas. El equipo de trabajadores medioambientales que se encargaba de controlar el acceso al corazón del valle ha quedado reducido a la mínima expresión y de las cinco personas que ha llegado a tener el ayuntamiento realizando esta función, entre otros trabajos en espacios naturales, sólo queda una en activo. Una segunda persona se encuentra de permiso por paternidad, pero el grupo se ha reducido de forma progresiva y, en ausencia de vigilante, la finca permanece cerrado con un cartel que restringe el acceso.
«No hay recursos y no tengo personal», asume el concejal de Medio Ambiente, Pep Carreres, mientras recuerda que cuando entró el nuevo gobierno en junio se encontró con el presupuesto municipal ejecutado al 75 % y con la partida de su área casi a cero. El edil, no obstante, dijo no querer hablar del anterior gobierno y que está a la espera de que en octubre se pueda resolver esta situación y asignar personal a una programación de visitas escolares a la Murta. Otras fuentes no obstante, indicaron que el anterior gobierno había derivado esta parte del presupuesto a otras contrataciones antes de las elecciones, por lo que no hay dinero para trabajadores medioambientales.
El edil señaló que, pese a los carteles que prohíben el acceso, al ayuntamiento no le preocupa que aquellas personas que salen a correr o senderistas y gente que estima la naturaleza puedan acceder a la finca ya que, según dijo, son ojos que ayudan a controlar el paraje.
Por otra parte, Pep Carreres anunció que se está elaborando un plan de cargas que determinará el número de visitantes que puede recibir el paraje de la Murta al mismo tiempo -«no podemos morir de éxito», dijo- y si hay zonas especialmente sensibles en las que sea conveniente restringir el paso para conservar sus valores ambientales.
