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Un fútbol cada vez más rugby

El rugby es un deporte que enseña humanidad en cada partido. Se le conoce, como a nuestra pilota valenciana, como una práctica en la que reina la caballerosidad, en la que el juego limpio se impone sobre la pillería, el compañerismo (incluso con el equipo contrario) sobre la competitividad. Existen unas imágenes preciosas por Internet en las que se ve a un colegiado (que lleva un micro y por lo tanto se le escucha toda la conversación) recriminándole a un jugador una conducta. «Esto no es fútbol, amigo. Aquí tienes que comportarte como un caballero», le esgrime. Los aficionados al llamado deporte rey están demasiado acostumbrados a que los jugadores protesten de forma exagerada, lancen improperios al árbitro e incluso inviten a los jóvenes recogepelotas a asumir una conducta antideportiva en pos del beneficio de su equipo. La educación en valores queda sumida bajo siete estadios, que diría aquel. Las ruedas de prensa posteriores son un ejemplo de inanidad, de la incultura de jugadores que han dedicado demasiado tiempo a darle al balón y poco (nunca suficiente) a leer algún libro, por vacío de contenido que sea. Son personajes convertidos en mitos por una sociedad que ama la idiotez.

El rugby (como otros deportes minoritarios) no es un ejemplo porque lo pueblen eminencias intelectuales en el mundo de la física cuántica, la literatura inglesa del siglo XVI o la antropología. No. Lo es porque no está expuesto a los miles de focos que subrayan y premian la banalidad, que buscan lo superficial para exponerlo y explotarlo en la sociedad de los 140 caracteres. Lo es porque no cuenta con la necesidad de ser más que lo que es. Lejos de la falacia y la pantomima puede existir en el rugby el Tercer Tiempo, un espacio que se disputa sin disputarse cuando acaba el partido y en el que los dos equipos y el cuerpo arbitral toman un aperitivo y comentan jugadas del encuentro o directamente hablan sobre sus familias, sus proyectos o sus últimos libros leídos. La escuela No Sólo Fútbol Club Sagunto acaba de trasladar la iniciativa al mundo del deporte base e invita a un tentempié a todos aquellos clubes que acepten devolver la campaña en el partido de vuelta. El conjunto alevín C de El Puig fue el primero en aceptar y los jóvenes se sentaron juntos alrededor de un zumo. Hablaron, se conocieron y se admiraron. Limaron asperezas y entendieron que el fútbol es mucho más que darle a un balón que mueve a millones de personas, pero no siempre en la dirección correcta.

No sería feo que algunos clubes de la comarca ribereña copiaran la iniciativa y en Algemesí, Alberic, Alzira, Cullera, Sueca, Càrcer, Turís... en todos los pueblos se viviese otro fútbol, un ejemplo más de ese otro fútbol que existe, claro que existe, pero sigue sin aparecer en los «mass media».

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