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Recuperan variedades de tomate y cebollas típicas de Benifaió y Alginet

El movimiento Slow Food promociona el consumo de productos autóctonos y ecológicos

Recuperan variedades de tomate y cebollas típicas de Benifaió y Alginet

No existe movimiento impuesto por las nuevas tendencias que no tenga en la actualidad una respuesta en forma de economía más sostenible y respetuosa con el medio ambiente y la identidad de los territorio, también el ribereño. El movimiento Slow Food surgió hace unos años en Italia como contraposición a la «fast food» (comida rápida). Defienden el consumo de productos autóctonos y ecológicos y, aunque se puede pensar que en los pueblos de la comarca de la Ribera aún reina la gastronomía tradicional, nada más lejos de la realidad. Los consumidores acuden mayoritariamente a las grandes superficies y ello va en detrimento de algunas variedades de productos que no son rentables para los supermercados.

Pero a la ONG Slow Food le gusta ir contra corriente y una de sus pequeñas batallas se disputa en la comarca de la Ribera, donde están en proceso de recuperar la «tomaca quarentena», el «cacau del collaret» y la «ceba monquelina», tres variedades de hortalizas y legumbres típicas de Benifaió y Alginet. No obstante, el trabajo es difícil. Nadar contra corriente, contra los mares de plástico de Almería, es complicado», dice el presidente de Slow Food en Valencia, Josep Marco Sansano.

El tomate desaparecido

Sansano recuerda con especial cariño cuando consiguieron recuperar la semilla del tomate «quarentena» de Benifaió. Un agricultor de Alginet le facilitó unas semillas que le quedaban, pero los investigadores de la universidad no consiguieron hacerlas florecer. Sansano se quedó entonces sin apenas simientes. Entonces, otro agricultor le pidió que se las dejara. Sansano dudó porque eran las últimas, pero a los dos meses su amigo apareció con dos bolsas llenas de tomates. «Cuando lo probé supe que era el tomate que yo comía de pequeño», dice orgulloso el presidente de Slow Food.

Además, hace unos años, y en colaboración con la Denominación de Origen de Valencia, también ayudaron a recuperar la semilla del arroz senia, además de diversas variedades de aceites. Según explica Sansano, los agricultores se ven obligados a cultivar variedades de hortalizas que se producen en masa para poder venderlas a las grandes superficies, lo que provoca que desaparezcan otras variedades menos rentables. La economía de la fast food tiene a estandarizar la variedad de la naturaleza.

Mercado de la tierra

La otra función de Slow Food es poner en contacto a agricultores y a los consumidores, para que así los productos que consiguen recuperar se consuman y, de esta forma, no se vuelvan a perder. Recientemente organizaron en Benifaió un «mercat de la terra», donde más de 50 personas se mostraron interesadas en recibir frutas y verduras ecológicas. Lo sorprendente es que los productores y los clientes «se conocían, pero la gente no sabía que en el pueblo se hacían productos ecológicos», señala Sansano.

Este agricultor es de Benifaió y en el conocido como Molí Vell trabaja en la recuperación de diversas variedades de hortalizas, además de tener una pequeña granja de animales.

Unir a las dos partes de la cadena productiva ayuda a generar una economía de retorno que beneficia a todo el municipio, según remarca el presidente de Slow Food. Además, también se pretende introducir estos productos ecológicos en las escuelas. Al fin y al cabo, se trata de que la gente pueda volver a vivir dignamente de la agricultura.

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