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Campos de Sueca y El Perelló luchan contra la intrusión marina

Los agricultores vigilan la salinidad para evitar que dañe la cosecha La entrada de agua salada ha provoca en ocasiones que las parcelas cultivadas se queden una veintena de días sin poder regar

Cultivar los campos de arena cercanos al mar de la costa de Sueca tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes. De ellos salen hortalizas de excelente calidad si bien el agricultor debe estar ojo avizor a que el agua salada del mar no se lleve por delante el esfuerzo que representa cada cosecha. Ha sucedido en alguna ocasión y problemas puntuales los hay, según cuentan. A pesar de que el agua que cada año inunda los arrozales neutraliza la intromisión de la salada del mar, el problema potencial persiste.

La intrusión marina no afecta a los pozos que abastecen al municipio, ubicados a unos siete kilómetros de la playa. «La mayoría de los controles muestran valores bastante inferiores a 250 mg/l de cloruros», afirma el biólogo Joan Aguado. «Es cierto que nuestra localización litoral representa una situación de riesgo, puesto que las aguas subterráneas son las que impiden que la masa de agua salada marina penetre tierra adentro», añade.

En El Perelló extraen el riego de l'Albufera de sobrantes de los arrozales que originariamente procede del río Xúquer. Se les suele presentar el problema durante el verano con el vaciado de los campos o «eixugó», pero sobre todo, en septiembre tras la siega cuando se corta el agua de las acequias. También lo acusan en otoño si la inundación de las parcelas para la caza es escasa. «Las acequias van muy bajas, la parte de arriba del pantà está también con un nivel bajo y cuando se levanta un temporal de mar, el agua siempre entra por la Gola y se filtra», explica Vicent Villegas, presidente de la cooperativa Unión Protectora de El Perelló. «Y si sucede cuando hay una compuerta abierta, entran golpes de agua salada y la tenemos una buena temporada», lamenta.

Villegas afirma que este hecho se produce todos los años en una o dos ocasiones, aunque este no se ha dado. «Hay veces en las que estamos una veintena de días en las que prácticamente no podemos regar», asegura. «Esto tiene muy mala solución porque no mandamos del agua, y al mínimo descuido entra salada, bien por la filtración o porque se haya quedado una compuerta abierta», deplora. La solución no es otra que esperar a la entrada de suficiente agua «dulce» de arriba que sea capaz de arrastrar la masa salinizada hacia el mar, según explica.

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