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La proeza del Coixo Borrás

El alberiquense protagonizó una mítica partida contra un manco en un trinquet que siempre tuvo sus propias reglas

La proeza del Coixo Borrás

El mundo de la pilota aficionada se ha estructurado a lo largo de la historia a partir de referentes colectivos que se alejan, y mucho, de los ejemplos que se venden constantemente hoy a través de la televisión y el fútbol de masas. En Alberic conocen un caso (y lo habían transmitido hasta ahora a través de la tradición oral) de una persona coja que jugó una memorable partida contra un manco. Esa y muchas más historias tomaron forma de libro hace unos meses gracias a los trabajos de la promotora cultural «Això és com tot», que permitió al municipio alberiquense recuperar muchas de las historias que durante décadas hicieron de Alberic (y de su trinquet) uno de los enclaves ineludibles de la pilota valenciana.

El Coixo Borrás (realmente llamado Vicente Hernández Borrás) fue el ejemplo más significativo de esta voluntad (y necesidad) de violar el régimen establecido y vendido como inamovible del franquismo, con su impenetrable orden social. Nacido en 1920 e hijo de una familia numerosa, con dos años sufrió un accidente en Valencia cuando iba con su hermana mayor al ser embestido por el tranvía. El pie derecho le quedó fuertemente afectado y los cirujanos, en una operación de urgencia, se vieron obligados a cortarle el pie. En adelante ya no se le desarrolló con normalidad y con el paso del tiempo se pudo observar que el miembro se le quedó con dimensiones infantiles, siendo cojo el resto de su vida. Nunca fue esto obstáculo para definirle como un hombre de una gran fortaleza física con amplias dotes deportivas.

Durante su vida desarrolló un buen número de oficios que le obligaron a menudo a demostrar que era un hombre con una salud envidiable a pesar de los condicionantes. En Girona trabajó recogiendo piñas de las ramas de los pinos y poco a poco fue aficionándose a la pilota valenciana, en la que configuró una larga trayectoria por la que fue admirado tanto en Alberic como en el resto de las localidades que conocían sus facultades.

Además de su profesión como sastre, se sabe del Coixo Borrás que era muy habilidoso con la máquina de escribir y un gran aficionado a los animales. Criaba canarios pero su pasión animalística la desarrolló con Tom, un perro que le acompañó durante años. Murió con cincuenta y dos años de una enfermedad de estómago pero ya ahí había configurado una trayectoria que le ha hecho pasar a la historia de la pilota valenciana comarcal por su capacidad para sobreponerse a cualquier adversidad y para demostrar voluntad y valía.

«Le decimos El Coixo de la Borrassa porque su madre era la Borrassa. Él era sastre e iba a todos los sitios con la bicicleta, donde ligaba el bastón. Fue tan valiente que tiraba la muleta, le pegaba y caía al suelo, se volvía a levantar y seguía jugando. Llegó a jugar dos para dos con una mano atada por no poder separarse. Era un bestia. Muy buen carácter y buena persona», recuerda Duato, uno de los mayores aficionados de la localidad. También rememora las partidas que el Coixo jugaba contra aficionados a la pilota que les faltaba un brazo: «Recuerdo a Paco el Pregoner, que trabajaba como conserje en el Convent y como empleado del ayuntamiento. Tenía el brazo izquierdo cortado por los efectos de la guerra y cuando le venía por ese lado le pegaba de revés. También estaba Antoniet de Benimuslem. Por debajo de la pierna le pegaba de forma brutal. Tenía mucha gracia para jugar».

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