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Discapacitados y minusválidos hallan más empleos en Almussafes

Más del 30 % de la plantilla de la empresa Unecol está formada por personas con características especiales Los trabajadores agradecen el trato de los directivos y de sus propios compañeros

Discapacitados y minusválidos hallan más empleos en Almussafes

Tener un puesto de trabajo es un privilegio al que mucha gente en este país aspira pero no puede llegar. Si, además, a esto se le añade una discapacidad la situación se agrava todavía más. Uno de estos privilegiados es Vicente José Carnicer, que lleva a sus espaldas más de 12 años trabajando y demostrando que es una persona tan válida como otra cualquiera. «Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro, pues quien tiene un trabajo posee uno de un valor incalculable», cuenta Carnicer. Con estas palabras se puede observar el grado de excepcionalidad que supone tener una discapacidad y un empleo, ya que este tipo de personas se han visto históricamente alejadas de la sociedad por ser consideradas «menos válidas» para trabajar.

Es cierto que en los últimos años ha crecido la demanda de trabajadores con algún tipo de minusvalía física o psíquica, en parte por las subvenciones que para ello se otorga. Son pocas las empresas que puedan decir que apostaban por este tipo de personas antes incluso de que la legislación obligara a contar con un mínimo porcentaje de discapacitados entre sus plantillas. Una de ellas es el Grupo Unecol, afincado en el parque industrial Juan Carlos I de Almussafes. El centro especial de empleo de Unecol cuenta con una plantilla de diez personas con diferentes minusvalías, siempre por encima del 30%, entre las que se encuentra Vicente José Carnicer, uno de los más veteranos.

Para Carnicer y sus compañeros tener un empleo supone algo más que trabajar a turnos y recibir una retribución por ello, es una reivindicación: «Hay gente que no ve la importancia que tiene para nosotros lograr un puesto de trabajo, tenemos derecho a trabajar como cualquier otra persona y evitar depender de nuestros familiares», señala. Es más, el caso de Vicente José es totalmente al revés ya que su familia depende de él: «Yo soy el sustento económico de mi hija y de mis padres, si tuviéramos que depender de sus pensiones, no llegaríamos a final de mes», explica el empleado.

Trabajo asequible

Ser el cabeza de familia con las responsabilidades que eso conlleva debería ser motivación más que suficiente para cualquier persona, pero Carnicer es diferente: «Necesito sentirme ocupado, no podría estar parado en casa, por eso me pongo el reto de ser cada día un poco mejor, superarme en mi empleo y como persona; si no estuviera trabajando, me quitarían un 'trocito' de mí», sentencia. Él lo tiene claro y sigue una filosofía que es universal: «Tienes que luchar para que el mundo no te coma». Al igual que Vicente José, un grupo de personas discapacitadas sigue estas premisas y trabaja a diario en múltiples funciones: desde el proceso de producto envasado y tareas manuales a proporcionar servicios tales como el control de acceso al recinto, centralita o limpieza.

Mª José Tronchoni es la persona encargada de trabajar con este grupo a diario dentro del proceso de montaje de pequeñas piezas (como enroscar pinceles a los tapones en los botes de cola adhesiva) y etiquetado de los productos. Ella misma se muestra sorprendida ante algunas políticas de la empresa: «Los empleados del centro tienen prohibido realizar esfuerzos excesivos, nada de levantar grandes pesos; y hay total libertad para que cualquier trabajador haga una pausa para ir al baño, por ejemplo», señala Tronchoni. Esto se debe a que los trabajadores no se encuentran en una línea de montaje al uso, en la que si uno falla se detiene por completo la producción.

Además, la empresa muestra una confianza enorme en todos ellos: «La empresa no controla nuestros horarios», cuenta Tronchoni, «aquí no se ficha a la entrada ni a la salida, somos adultos y sabemos que nuestra obligación es venir a trabajar y hacer nuestro turno». Según la encargada, esta situación contrasta con la de otras sociedades de la zona que siguen políticas de contratación similares: «Hay empresas que deberían tomar ejemplo, no basta con contratar a estas personas, hay que respetarlas como trabajadores y adaptarse a las posibilidades de cada caso en concreto, de ese modo se consigue que logren una productividad que muchas veces supera a la de personas que carecen de una discapacidad porque, a fin de cuentas, esto tiene para ellos una gran importancia», explica.

Integración total

En ocasiones, se abusa de tópicos como «ser una gran familia» o «sentirse como en casa». Pero quien conoce a Vicente José Carnicer sabe que no miente cuando se refiere a sus compañeros como miembros de su familia: «Tengo unos buenos compañeros de trabajo, para mí son como hermanos». A estas palabra añade otras, con una fuerte carga emocional: «Aún recuerdo cuando se incendió la antigua fábrica, lloré muchísimo porque pensé que lo perdía todo, pero me alegré cuando me enteré de que volvía a abrir». La empresa construyó su nuevo complejo industrial en Almussafes, donde todavía reside. Y eso significó una muestra de afecto de la entidad para con sus trabajadores del centro especial ya que les facilitó un vehículo para acudir a la nueva fábrica y, así, contar con los mismos empleados. No es para menos, ya que su integración dentro de la empresa es total, donde todos se relacionan como lo que son: simples personas.

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