El compromiso de Vallés en la década de los setenta no sólo se limitó al ámbito cooperativo sino que también sentó las bases del sindicalismo agrario. No en vano, siendo presidente de la Canso, Vallés cedió los almacenes de la Cooperativa de l'Alcúdia para que, el 13 de julio de 1976, alrededor de 2.500 agricultores, venidos de diferentes puntos de la Comunitat Valenciana, se reunieran en asamblea y ratificarán los principios fundamentales de lo que, tan sólo unos meses después, acabaría siendo la creación de la Unió de Llauradors i Ramaders.

Poco antes de renunciar a la presidencia de la Canso, en 1979 un grupo de cooperativistas propone la candidatura de Pepe Vallés para presidir Coeshor, la cooperativa de segundo grado dedicada a la comercialización de frutas y verduras para el mercado interior. Tan solo cinco años después, el consejo rector de Coeshor homenajeó a Pepe Vallés. Durante el transcurso de aquel homenaje, celebrado el 5 de octubre de 1985 en l'Alcúdia, el entonces conseller impuso a Vallés, en nombre de la Unaco, la Medalla al Mérito Cooperativo.

La eficacia en la gestión, los buenos resultados económicos a pesar de la crisis del sector, la honestidad en el ejercicio del cargo y su compromiso con un cooperativismo son algunas de las virtudes que se le reconocen. Al comienzo de la década de 1990, Pepe Vallés volvió a la vida pública. Al frente de la Concejalía de Agricultura, Vallés impulsó el Consejo Agrario Municipal.

La huella dejada por Vallés es la de un dirigente cooperativista que, a pesar de ser parte activa de un de los episodios más trascendentales del movimiento cooperativo del último medio siglo, nunca ha abandonado el cultivo de la tierra a la que dice deberse. Y es que más que con la faceta de dirigente, Vallés prefiere identificarse con la etiqueta de agricultor valenciano, para quien el cooperativismo «más que una ideología o una forma de organización agraria es una forma de vida».