La ceremonia incluye una segunda parte en la que los seguidores del «padre Ángel» escuchan los registros sonoros de sus visiones. Los asistentes se apelotonan y sacan sus móviles para tener una copia grabada del momento. La voz de Ángel Muñoz vuelve a Alzira por unos instantes y traslada a los feligreses una serie de mensajes apocalípticos transmitidos por la propia virgen, que «tomaba prestado» al mencionado «vidente».
Las palabras son las mismas que hace treinta años, las profecías de una inminente catástrofe (llegó a presagiar una «cruenta guerra civil») siguen intactas, como la fe de los asistentes; a los que no les importa los escándalos que salpicaron a Ángel Muñoz , que fue acusado -y posteriormente absuelto- de haberse enriquecido a costa de las donaciones de sus seguidores.
«Llevamos más de treinta años viniendo a este sitio, que fue testigo de un acto divino; la virgen se apareció aquí y eso no pasa en cualquier parte», explica uno de los asistentes, «y aquí seguiremos, nuestra fe es inamovible». Lo cierto es que, con los años, el número de asistentes ha descendido de forma vertiginosa. Miles de adeptos se daban cita en el Racó de les Vinyes en los 80, para ser unos quinientos en los 90. En el último lustro la cifra ha decaído hasta los poco más de veinte en el día de ayer.
