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Los puentes del Xúquer

Un río fundido en hierro

Los puentes de hierro de la Ribera del Xúquer heredaron esta nueva tipología arquitectónica que ha pasado a formar parte del ecosistema autóctono

Un río fundido en hierro r. g. p.

Las estructuras férreas, los entramados de líneas y los arcos tirantes de las construcciones de carácter modernista, que llegaron de la mano de la revolución industrial, tomaron forma en uno de los mayores símbolos de ese período, la Torre Eiffel de París. En un entorno más próximo, los puentes de hierro de la Ribera del Xúquer heredaron esta nueva tipología arquitectónica que ha pasado a formar parte del ecosistema autóctono ya que parece que siempre ha estado ahí.

Este año, el puente de hierro de Fortaleny, conocido como el de Alfonso XIII, se convierte en centenario al cumplir un siglo de vida salvando el río en su transcurso entre campos de naranjos de la Ribera. Alzira se prepara para conmemorar el próximo año esta misma efemérides de su Pont de Ferro, pero también los puentes de Albalat de la Ribera y Gavarda cumplirán en 2017 cien años viendo pasar bajo ellos las aguas del Xúquer. Otros como el de Riola o Cullera son incluso más antiguos. La diputación ha anunciado una inversión de 1,3 millones para restaurar el puente de Fortaleny coincidiendo con el año del aniversario. El paso del tiempo ya había forzado anteriores intervenciones en los otros para que pudieran seguir cumpliendo su función.

Los puentes de hierro de la Ribera suponen un componente fundamental en el paisaje de la comarca debido a su gran valor histórico, aunque, en ocasiones, han pasado un poco desapercibidos. Así lo destaca el presidente de la Asociación Gaspar Díes para la Recuperación del Patrimonio Histórico de la Ribera, Francesc Piera. «En ocasiones, la imagen que nos encontramos es desoladora, por lo que es necesario recuperar los puentes emblemáticos de la Ribera, ya que son herencia de construcciones como la Torre Eiffel», argumenta Piera. Se trata de puentes «bowstring» o de arcos atirantados, que acogen sobre sus tableros carreteras, caminos y vías de ferrocarril, y entre los que se encuentran los puentes de Gavarda, Alzira o Cullera.

Dichas construcciones encarnan los primeros vestigios de los cambios producidos en la arquitectura europea en la primera mitad del siglo XIX, en plena revolución industrial. Durante este periodo se produjo un cambio en la tipología arquitectónica, dejando atrás los puentes de arcos de origen romano y asumiendo así el nuevo estilo modernista en el que el hierro será el material primordial. Así, muchos ingenieros fueron pioneros en la utilización de dicho material para nuevas construcciones como estaciones o puentes.

La Maquinista Terrestre

Siguiendo el curso del Xúquer una vez entra en la Ribera, el primer puente de hierro con el que se encuentra es el de Gavarda. Fue diseñado por el ingeniero Enrique Tamarit e inaugurado en 1917. Construido por la empresa Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, cuenta con una estructura férrea de 70 metros luz y da servicio al tránsito local, aunque anteriormente formaba parte del itinerario de la Nacional 340.

Por su parte, Alzira cuenta con un puente de hierro que durante años constituyó el principal acceso a la localidad, antes rodeada en su totalidad por el cauce del Xúquer, hecho que le otorgaba aspecto de isla. El diseño fue realizado por el ingeniero Enrique González Granda en 1899 por encargo de la Dirección General de Obras del Estado, aunque la inauguración no se produjo hasta varios años más tarde. El viaducto, que sustituyó al antiguo puente de Sant Gregori, da servicio tanto al tráfico de carretera como a transeúntes, ya que a sus lados existen dos aceras voladas que permiten la circulación de peatones. Sin embargo, la construcción de un segundo puente en la CV-50 en 1980 redujo considerablemente la circulación en su único tramo de 72 metros de luz. Ya en los noventa se construyó el puente de la Ronda Norte, también de hierro aunque con una estructura moderna. El Pont de Ferro es un elemento emblemático del municipio que cumplirá el próximo año el centenario de su inauguración.

La dirección del cauce del río hacia la localidad de Albalat de la Ribera permite tropezar con el único puente de hierro con dos tramos de 40,5 metros de luz cada uno. Este puente fue inaugurado el mismo año que los dos anteriores y tuvo que ser intervenido en 1995, puesto que su pila central era de celosía metálica unida con cruces de San Andrés, hoy sustituida por una estructura de hormigón armado. Además, el puente solo permite un sentido de circulación y cuenta con dos aceras a sus lados para los transeúntes.

En las inmediaciones de Sueca se localizan dos puentes de hierro más. El primero de ellos es el de Riola, que forma parte de la carretera de Sueca a Alzira. Fue construido por iniciativa de un barquero, Enrique Gonzalbo, que pasó de cobrar por pasar el río en barca a hacerlo por dejar pasar por el puente. Además, el puente actual poco tiene que ver con el original, pues en 1988 se llevó a cabo una restauración del mismo, de forma que se cambió la estructura original, aunque se continuó con el estilo modernista del hierro.

El siguiente es el de Fortaleny, que recibe el nombre de puente de Alfonso XIII. En la actualidad se encuentra cerrado al tráfico y pendiente de una restauración. El puente fue diseñado por el ingeniero Arturo Monfort e inaugurado en 1916. Uno de los elementos característicos de este puente es la rampa que da acceso a un pontón de arco rebajado que se encuentra antes de llegar al tramo principal de 70 metros de luz. El estado de deterioro del puente por el paso de los años ha provocado que la diputación contemple una inversión en la rehabilitación de 1,3 millones.

Por último, el puente de hierro más próximo al mar es el de Cullera, integrado en la antigua carretera de Silla a Alicante. Dicho viaducto fue inaugurado en 1905 con el objetivo de sustituir al antiguo puente de barcas. A diferencia del resto de puentes, las aceras están integradas en el mismo y no voladas. Continúa también con la estructura «bowstring» y tiene un total de 60 metros de luz. Cabe destacar que el puente se encuentra elevado, gracias a dos rampas de subida y bajada de unos 400 metros con la finalidad de dejar pasar a los barcos por debajo de su estructura.

La funcionalidad de los puentes de hierro de la Ribera fue el principal valor otorgado en el momento de su construcción. No obstante, con el paso de los años, es necesario sumar el valor histórico y simbólico que conceden al paisaje cotidiano, pues cargan sobre sus tableros con cien años de existencia y, día tras día, cientos de ruedas y pies transcurren sobre la mayoría de ellos.

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