Diseñada en tiempos del franquismo, levantada hace más de 40 años, transferida a la Generalitat en los 80 y víctima de los recortes del PP, que apostó por engordar en 20 años el negocio privado de las residencias, el mayor centro público de atención a mayores y dependientes de la Comunitat Valenciana es una gran mole de cemento distribuida en cuatro bloques con largos pasillos y numerosas escaleras, muy poco compatible con una asistencia adecuada a los mayores.

Con espacio para 520 residentes, en la actualidad se usan 420 plazas y no se llegan a cubrir por falta de demanda. Separada un par de kilómetros del casco urbano de Carlet, como si se quisiera alejar a sus moradores, y a un paso del cementerio municipal -muchas de las habitaciones sólo tienen vista al camposanto- el complejo se ha devaluado y deteriorado tanto que el Consell no sabe qué hacer con él.

Mientras la mayoría de autonomías han cerrado progresivamente recintos como el de la Ribera y han sustituido este modelo por el de residencias más pequeñas, integradas en entornos urbanos, la de Carlet sigue activa porque en 20 años no se ha abierto otra de carácter público en la Comunitat Valenciana. La última se remonta a 1994. La oferta pública pasó de 4.600 a 3.800.

En este contexto, la vicepresidenta del Consell, Mónica Oltra, realizó ayer en las Corts, donde compareció a petición propia, una descripción tan cruda y descarnada de lo ocurrido en Carlet en los últimos años que la única salida que tenían los nuevos gestores era suspender cualquier nuevo ingreso en este centro para rebajar la ratio de trabajadores y personal, que ha llegado a uno por cada 40 internos.

Incidentes recabados

Oltra desveló ayer un durísimo informe sobre incidentes y hechos extraordinarios elaborado por el director del centro recientemente destituido, Carlos Manzanedo. Entre 2011 y 2016 se han producido cinco muertes accidentales: dos suicidios, una interna fallecida después de que otra la tirara por las escaleras de manera accidental; otro en 2014 tras caer accidentalmente un residente por las escaleras y una más después de golpearse en el lavabo y la enfermera no avisara al médico. La mujer falleció a las pocas horas. Además, Oltra relató que una residente apareció en 2015 asfixiada con una gasa, sin que la policía judicial pudiera determinar si se trató de un suicidio o un homicidio compasivo.

Geriátrico de los horrores

Una especie de geriátrico de los horrores en el que ya no está el interno fotografiado por una auxiliar junto a su cama y cuya familia ha denunciado el caso tras pedir el traslado, ya consumado. Respecto a la fotografía, Oltra dijo que es «físicamente imposible que el residente pudiera caer en esa posición», lo que abre dudas sobre un posible montaje para obtener la imagen.

Carlet es un símbolo de lo que no tiene que ser una residencia pública que, además, arrastra muchas tensiones, vicios adquiridos y dificultad para sustituir al personal, 199 en la actualidad, incluida la cocina y la seguridad. «Es un modelo del pasado, con instalaciones inadecuadas y poco funcionales, un centro muy complejo, de mayores dejados a escala industrial», llegó a decir la vicepresidenta ayer en las Corts.

Oltra desveló que la documentación anterior a 2011 ha sido destruida por lo que no es posible un balance de hechos extraordinarios más completo. La consellera de Igualdad también señaló que su departamento trabaja en un nuevo modelo para reformular el modelo Carlet y dignificar la oferta pública.

Pese a todo, Carlet está lejos de ser la residencia que más quejas genera. De las 329 quejas o denuncias presentadas a la conselleria entre 2001 a 2015, seis proceden de Carlet mientras el 80 por ciento de las quejas provienen de plazas de titularidad privada.

La diputada del PP María José Catalá tachó de surrealista que Oltra narre los incidentes de la época del PP y que lleve un año en el Consell con 40 usuarios dependientes para un trabajador.