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El alcudiano que combatió el nazismo desde el cielo asiático

La historia está llena de luchadores por la democracia que han quedado olvidados y que nunca, desgraciadamente, serán reconocidos por su labor en la configuración de un un mundo mejor. Sólo el capricho investigador (a menudo privado y escasamente sustentado por las instituciones públicas) permite que algunos nombres sean rescatados del olvido para que las nuevas generaciones conozcan sus logros, sus aportaciones, su valía. Es el caso de Fernando Puig Sanchis, hasta hace pocos años un auténtico desconocido en la comarca ribereña a pesar de haber nacido en l'Alcúdia. ¿Su mérito? Haber defendido la legítima República en los años treinta con su introducción en una escuela de pilotos que le llevó a la lejana Azerbaiyán, por entonces uno de los estados de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Lo reconstruyen José Vicente Navarro Rubio y Ximo Martínez Ortiz en su libro «Fernando Puig Sanchis. Pilot de combat al servei de la II República Espanyola», editado por el Ayuntamiento de l'Alcúdia en su «Col·lecció Gent d'Ací».

El rastro de Fernando Puig se perdió en parte por el olvido obligatorio impuesto por el franquismo sobre la época republicana (más allá de para infringir miedo sobre la revolución comunista que supuestamente se aturó) y porque el vecino alcudiano se trasladó bien joven a vivir a Madrid, donde desarrolló prácticamente su vida. Sin embargo, su nacimiento, que tuvo lugar el 20 de septiembre de 1919 (hace ahora 98 años) le vincula para siempre a la Ribera.

Puig entró pronto en la Escuela de Ingenieros Industriales de la Universidad Central de Madrid y empezó a mostrar interés por la aviación sin motor. Los investigadores realizan un magnífico trabajo de rastreo vital del alcudiano pero se pierde su pista justo antes de la contienda militar. Tras el golpe de Estado se moviliza a favor de la República y entra a formar parte de la aviación del gobierno democrático, del que pronto será sargento. Sus inquietudes formativas le llevaron a inscribirse en un curso que le acabó llevando a Kirobavad, en la extinta URSS, en el otoño de 1938. La República pagó importantes cantidades de dinero al gobierno de Moscú para que formase a sus aviadores y poder así combatir a las tropas italianas y alemanas que, desde el aire, destrozaron ciudades enteras con bombardeos que causaron miles de víctimas, también en la Ribera.

El final de la guerra española, sin embargo, le sorprendió en plena formación, por lo que no pudo volver a ayudar a la República.

Fernando Puig participó en la II Guerra Mundial y después se trasladó a Chile, donde trabajó en diferentes iniciativas editoriales. El libro de Navarro y Puig concentra un potencial epistolar que ayuda a entender las décadas de los treinta y cuarenta y a recuperar un personaje ya imprescindible en la historia de la comarca ribereña.

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