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Alzira

Las raíces de la ermita

La construcción del santuario arrancó en 1927 con una gran cisterna subterránea para acumular agua que continúa operativa Cuenta con tres estancias comunicadas y una altura máxima de dos metros

Las raíces de la ermita

Un paseo por la Muntanyeta de Alzira invita a levantar la mirada. La escalinata de acceso al santuario, el propio edificio que se alza sobreelevado en un lateral de la explanada, su esbelto campanario, todo incita a mirar al cielo, pero la construcción que los alcireños promovieron en los años veinte para ofrecer una casa «digna» a la Mare de Déu del Lluch debido al estado de ruina que presentaba el antiguo ermitorio, se levanta sobre una gran cisterna que es una auténtica desconocida. Son las raíces del santuario.

Muchos fieles o visitantes se habrán fijado en la trapa existente en el interior del templo, justo delante del promesario, pero pocos han visto lo que oculta. Una escalera de aluminio permite descender a la cisterna construida inicialmente para acumular agua de lluvia, según se desprende de la información publicada por la revista El Mundo Gráfico en septiembre de 1928 con imágenes que mostraban el estado de las obras.

El expresidente de la cofradía de Nuestra Señora del Lluch, Eduardo Part, tuvo acceso a la cisterna cuando, hace aproximadamente quince años, coincidiendo con la rehabilitación de la cafetería ubicada bajo la escalera que sube al santuario, se vació para realizar una conexión que permitiera abastecer al bar y se aprovechó la ausencia de agua para limpiarla después posiblemente de muchos años. «El agua de aqui tiene mucha cal y en las esquinas podías llenar perfectamente un capazo», recuerda Part, que participó en aquellos trabajos.

La construcción de la cisterna correspondía a una primera fase del santuario, ya que se ubica justo debajo, por lo que es la parte más antigua de una construcción que comenzó oficialmente el 17 de julio de 1927 con la colocación de la primera piedra. El acto contó con la presencia del entonces arzobispo de la diócesis, Prudencio Melo. Una junta de obras liderada por el médico Lisardo Piera Azorín y el notario Ignacio Zaballos Sánchez impulsó la construcción del santuario después de que el reverendo Pompilio Tortajada denunciara en una predicación el estado ruinoso del ermitorio, inicialmente dedicado al Salvador.

De pilar a pilar de la nave

La anchura de la cisterna está delimitada por los pilares de la nave principal mientras que la longitud corresponde a dos capillas, según explica Eduardo Part, que detalla que este depósito de agua cuenta con tres estancias comunicadas entre sí y una cubierta abovedada. De hecho, recuerda que al entrar aún encontraron varios ladrillos de barro redondeados de los que se habían utilizado para construir el techo.

«Dentro se puede poner de pie perfectamente una persona», comenta Part, por lo que estima que la altura de la misma en el centro se aproxima a los dos metros. Actualmente, la cisterna se llena de forma periódica con agua procedente del pozo de Margantoni y da servicio tanto al santuario como a la cafetería, según explica Eduardo Part.

Las obras de construción del santuario que arrancaron en el año 1927 con la cisterna tropezarían con diferentes vicisitudes, entre ellas la Guerra Civil y la posterior necesidad de reconstruir o rehabilitar los templos que se habían quemado en el pueblo durante la contienda y, de hecho, las obras del santuario no concluirían hasta el año 1966, recuerda el Cronista Oficial de Alzira, Aureliano Lairón.

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