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de ayer a hoy

Un paseo por la vieja Vila

El barrio histórico de Alzira ha sufrido una gran transformación en apenas medio siglo

Un paseo por la vieja Vila

Este octogenario que les escribe ha defendido siempre, a lo largo de las más de mil crónicas publicadas en Levante-EMV, que los pueblos y las familias que en ellos viven deben tener bien presente la historia de sus antecesores. No podemos desperdiciar un pasado que nos pertenece. Cualquier joven que hoy discurra, pongamos por caso, por la calle Mayor Santa Catalina de Alzira, no sabrá que en otros tiempos se la conocía popularmente como la «calle de las tiendas» y allí hubo una vivienda en que una noche descansó la reina Isabel II. También desconocerá que en mitad de la misma vía existía una ermita dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, cuya novena y festejos llenaban la calle de vecinos.

Si nos introducimos en las calles de la vieja barriada y llegamos a la de Salinerías, nombre que le viene por ser el lugar en que se distribuía la sal. Entre otras viviendas, al lado de lo que fue almacén de manipulado de naranjas de José Ripoll, existía un gran caserón -hoy convertido en un centro de Prosub- cuyo jardín llegaba hasta la calle Ronda. Allí residía el notario Bastián Benlloch y en los años 40 del pasado siglo, se ubicaba el sanatorio del doctor valenciano José Llombart Albelda, que al mismo tiempo alternaba con las instalaciones sanitarias en la casa de Andrónico Cucó, en la plaza de la Constitución.

Volvamos más al centro y revisitemos las plazas del Sufragio y del Carbón. La primera perdió hace tiempo el alboroto de la compraventa alrededor del «pes de la fulla» y el ermitorio dedicado a la Virgen del Sufragio, que desapareció en 1967. Muy cerca estaba L'Escola del Ratolí, en cuya planta baja había unos baños árabes impresionantes, unos de los mejor conservados en la Comunitat Valenciana, que fueron víctimas de la «picola» para construir el primer grupo escolar que se creó en Alzira, que llevó el nombre del que fuera alcalde de la ciudad Julio Tena. Ese espacio, junto al que fue la «Casa de los pobres», pegada a la muralla, lo ocupa hoy la Delegación de Hacienda. Allí, entre otros residentes, se cobijaba el que fue Sereno de la Vila, Carmelo Mansanet, al que se le conocía popularmente por «cuatro h...».

Lo que sí se ha «respetado» en la recoleta plaza es el campanario de la iglesia de Santa Catalina. Hacia el Norte de la Vila se encuentra la que conocimos como plaza de Santa María, que fue la entrada principal a la población. Además de la iglesia de la misma advocación, existía la cárcel comarcal; el antiguo cuartel de la Guardia Civil (no el que el ayuntamiento construyó en 1958). Estaba situado más adentro de la calle, donde aún existe el edificio en cuyo remate podemos distinguir un escudo heráldico de Alzira. De la iglesia, la primera de la ciudad que mandó levantar el rey Jaime I a su llegada a la Algetzira árabe, partían los más importantes desfiles procesiones. Allí se veneraba una milagrosa imagen, la del Cristo de la Virgen María, del que se decía que se le soltaba un cabello cada viernes.

Regresemos a la plaza de Casassús, conocida en mis tiempos de adolescencia y de vecindad, como Plaça dels Arbres o de Les Gallines, porque acogía el mercado de animales de pluma. Allí se ubicaban los juzgados de Primera Instancia y Municipal en un edificio que antaño ocuparon los jesuítas. Muy cerca se halla el palacio de los marqueses de Santiago, del siglo XVI, hoy convertido en casa consistorial. Frente a este palacio, figuraba otra casona que desde 1883 fue Asilo de Ancianos Desamparados, que dejaron las monjitas en junio de 1967 para trasladarse a la nueva residencia de la hoy avenida Luis Suñer.

Para terminar este corto recorrido por el barrio histórico de Alzira, seguiremos la ruta por la calle de la Enseñanza, dejando a la esquina del Forn de Camarena, nos introduciremos por la calle Bonete (el carrer de les xiques) y llegarenos a la plaza del Forn, cuyo nombre le viene por el horno de Paco Tudela. Una plaza muy popular, donde se hallaban las oficinas de Volta, la empresa eléctrica, hoy llamada Iberdrola. También estaba la familia Butiñá, que poseían dos tartanas dedicadas el transporte de viajeros, pricipalmente a la estación de ferrocarril.

Nos acercaremos a la Plaça del Rincó, donde estaba el Hotel Colón, en la hoy calle Mayor Santa Catalina. En la planta baja de este establecimiento se situaba el bar del mismo nombre, al que se accedía a través de una puerta giratoria. En esta importante calle, no comprendemos como la Administración ha cambiado el sentido de la numeración de las casas, si tenemos en cuenta que las tres calles mayores -curiosamente el único pueblo del mundo que tiene tres calles mayores- arrancaban siempre de una iglesia, solo queda la de San Agustín sin cambiar.

Siguiendo por el cercano Carrer de la Llotja -hoy Faustino Blasco- aunque también fue conocida como «de las tiendas», llegaríamos al mercado de detall, por el que se descendía a través de tres escalones, al Mercat de Gros (de abastos). Este complejo desapareció en 1983.

Como margen a lo que hemos dejado atrás, pasemos por la plaza del Alborxí, que albergó dos importantes costumbres: las transacciones de ganado de cerda -lugar que era conocido por la Plaçeta dels Porcs- y por otro lado, el ajusticiamiento de los condenados a la pena capital. Posiblemente el patíbulo venía a caer en medio del patio de butacas del teatro que construyó Honorato Brunet en 1923. Historias del pasado. Las nuestras.

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