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de ayer a hoy

Referentes de la alfarería

Alzira fue un importante centro productor de todo tipo de utensilios modelados con arcilla

Referentes de la alfarería

Es uno de los oficios más primitivos y difíciles de dominar con destreza. La alfarería es un arte. Y en Alzira ha habido grandes artesanos que han conocido sus secretos. Hubo importantes alfares en nuestra provincia. Los más importantes, entre finales del siglo XIX y principios del XX, estuvieron en Alzira, Llíria, Chiva y Villar del Arzobispo. Existían otros centros productores, aunque sus manufacturas quedaban reducidas a la especialización menor, como la producción de cazuelas y perolas. A éstos se les conocía como «casolers» u «ollers». Alzira quedaba comprendida dentro de la alfarería mayor, la que fabricaba de todo: cántaros, ladrillos, tinajas, orzas, jarras, botijos o canjilones.

Alzira fue el más importante centro alfarero. Se distinguió por tener una enorme y variada producción. Sus «mestres de roda» sabían realizar piezas de gran tamaño. Ello les venía impuesto por su extenso mercado, que abarcaba un área comprendida desde tierras del interior hasta la costa: la Vall d'Albaida, la Costera, la Canal de Navarrés, las dos Riberas del Xúquer, la Valldigna, etc.

Los alfareros de Alzira sabían hacer de todo con destreza y maestría, sin olvidar que la cantarería que fabricaban, antigua y milenaria, poseía su peculiar sello personal, lo que la distinguía respecto a otros productores.

Hoy recordaremos el alfar de José Boix Carbonell, más conocido por el «tío Pep el xatarrer», que tenía su cantarería en el Carrer Vergara, que en aquellos años se conocía como el Carrer de la Muntanya, hoy Avinguda José Pau. Boix vino desde Agost (Alicante) a trabajar «a la roda» y se colocó en la alfarería localizada a la entrada del Camí Vell -calle Colón- y a finales del siglo XIX se instaló por su cuenta, haciéndolo en la barriada de l'Alquerieta, donde poseía dos hornos. Trabajó con cinco ruedas y trece operarios. La producción, transportada en dos carros, se vendía en los mercados de una extensa área comprendida entre Cullera, Tavernes, Catadau y Xátiva.

Con la desaparición de José Boix en 1932, sus nietos, Ricardo y Bernardo España, que de niños habían aprendido el oficio del abuelo, adquirieron la cantarería que había a espaldas de la calle de la Montaña, entonces en pleno descampado -hoy calle Vara de Rey-, cerrando el alfar de l'Alquerieta. Por aquella época la alfarería comenzaba a declinar; los canjilones y las norias eran sustituidas por motores de gas pobre; las cantereras por grifos que manaban agua potable y los múltiples útiles de barro para las cocinas por otras materias.

Bernardo y Ricardo, habían comprado la cantarería de Bernardo Hernándis Puig que había cerrado en 1920. De nuevo volvía a ponerse en activo, fabricando los España, como lo había hecho su abuelo, todo tipo de útiles domésticos, como «el cànter d'Alzira», lebrillos, tinajas, canjilones, botijos, la conocida botija de «panxa» que usaban los carreteros; bebedores, mecetas?

El hornode los España, alimentado con leña del monte, fue en principio el de mayor capacidad, pero conforme iba decayendo el uso de los útiles de barro, se fue reduciendo hasta quedar en una cámara de cocción de aproximadamente 12 metros cuadrados de base, que tardaba alrededor de 18 horas en cocer si los vientos eran favorables.

Una de las puertas de acceso a esta cantarería procedía del antiguo ermitorio dedicado a Nuestra Señora de los Ángeles que se hallaba en la calle Mayor Santa Catalina. En una de sus hojas se podía leer grabado en zinc la fecha de su construción (1736) y en la otra el anagrama «Ave María». Se sabe que estas puertas llegaron allí en el siglo XIX. El alfar de los España era uno de los dos últimos que existían en Alzira. El otro, el de Bernardo Martínez Segura, que «apagó» la Pantanada de Tous- cerró sus puertas en 1977.

Hoy solo queda en Alzira, como alfarero y ceramista, el maestro Xavier Claur Mas. Un alcireño nacido en Carcaixent, que jugó con el barro y la arcilla desde muy joven. Aprendió el oficio de la «roda» de Manuel Herrero, un maestro de escuela del pueblecito zaragozano de Muel. Al instalarse en Alzira, justamente en la calle Caputxins, donde existieron los más importantes alfares, se le contagió la profesión y adquirió un torno, que entonces funcionaba con el pie, y ha modeldo suficiente barro para exportar sus productos a Polonia, Japón, Francia y Cuba. La obra de Claur la podemos admirar en cada rincón de Alzira, en sus rotulaciones de las calles y avenidas. Hoy trabaja en un mural de más de 2.000 azulejos que se instalarán en la estación de metro de La Latina, en Madrid, en homenaje a la gran artista que fue Lina Morgan.

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