El repentino fallecimiento del alcireño Ernesto Guerrero Giménez jugando al fútbol sala en Llaurí ha sumido a su localidad y al resto de la comarca ribereña en una conmoción absoluta. Tras varios días de reacciones simbólicas por parte de muchos de los ámbitos en los que se relacionó el joven de veintiún años, hoy será el entierro, con una ceremonia en la parroquia de la Verge del Lluch a partir de las 18 horas. Asistirán allí integrantes de varios clubes deportivos de la localidad alcireña, con compañeros de equipo del Ciutat d'Alzira, la UD Alzira o La Rabosa, donde Guerrero militó desde pequeño.

El joven era un deportista incansable y siempre ejerció alguna u otra práctica. Eso y su aspecto físico (pelirrojo) lo hacían enormemente conocido. Sin embargo, los entrenadores y compañeros que tuvo destacan de él otras características, como son la disciplina o sus condiciones físicas propicias para la práctica de cualquier deporte.

Guerrero falleció mientras jugaba con sus amigos al fútbol sala en el polideportivo de Llaurí. Hasta allí se trasladó un dispositivo de emergencia del SAMU, que estuvo durante un buen periodo de tiempo realizándole trabajos de reanimación, ante la conmoción de sus compañeros. No funcionaron y se decidió el traslado al Hospital de la Ribera de Alzira pero, según ha podido saber este periódico, ya al centro de la capital ribereña llegó sin vida, a pesar de que los médicos, por protocolo establecido, siguieron con sus trabajos durante muchos minutos. Finalmente se le dio por fallecido, sin que hayan trascendido las causas.

Sin embargo, durante todos sus años con varios clubes de la localidad, Guerrero no mostró dolencias que pudiesen temer por su vida. Los deportistas de las categorías inferiores de muchos deportes pasan por revisiones médicas muy sencillas, en ocasiones inservibles para detectar enfermedades graves, sobre todo vinculadas al corazón. Sin embargo, en Guerrero no se conocía dolencia alguna.

El joven llegó a participar en un Campeonato de España de Atletismo Cadete, enrolado en las filas de la Rabosa, por entonces un club con integrantes de varias localidades como Algemesí, Carlet o Alzira. Coincidió con una magnífica generación de atletas, por lo que pudo asistir a Albacete para competir en el medio fondo, entrenado por María José Soriano y Ángel Núñez.

«Existe una gran conmoción en el club y en toda la localidad. Los atletas de la Rabosa fueron a competir a Castellón pero estaban muy afectados y los niños lucieron un crespón negro para recordarlo. Se conocen todos como una familia y estaban desechos. Ha sido un jarro de agua fría», comentó ayer a este rotativo Facundo Botija, del club de atletismo La Rabosa de Alzira.

Como ya contó este periódico, el ayuntamiento alcireño ha mostrado ya su voluntad de dedicarle algún reconocimiento en la Ciutat Esportiva Jorge Martínez «Aspar», donde compitió Ernesto Guerrero y en el que se plantará un árbol en su honor y se establecerá una placa.