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Una alcireña se casa por primera vez con Jesucristo como virgen seglar

? El cardenal Cañizares presidirá el sábado la ceremonia de consagración de M.ª Teresa Alemany en la parroquia de Nuestra Señora del Lluch

La alcireña M.ª Teresa Alemany Boquera. rubén sebastián

M.ª Teresa Alemany Boquera, de 43 años, se convertirá el sábado en la primera mujer alcireña consagrada como virgen seglar en una ceremonia que, presidida por el cardenal arzobispo de València, Antonio Cañizares, le casará con Jesucristo en un desposorio místico que se celebrará en la parroquia de la Virgen del Lluch, a la que pertenece. Se trata de la decimocuarta mujer que se integra en la orden de las vírgenes seglares en la diócesis de València asumiendo los compromisos de vivir en castidad renunciando a la vida matrimonial, mantener la condición de seglar, transmitir el Evangelio, servir a la Iglesia mediante el rezo de la Liturgia de las Horas y prestar obediencia al arzobispo.

Enfermera de profesión, M.ª Teresa Alemany empezó a cuestionarse a los 26 años si Dios la llamaba para servir en la Iglesia, pero no fue hasta el pasado mes de septiembre cuando decidió que ésta era su vocación y empezó a gestar su ingreso en la orden de las vírgenes, que el arzobispado ha avalado. «Es verdad que yo notaba una inclinación y no era al matrimonio, en el fondo tenía la sensación de que yo no iba a casarme, pero no me veía soltera toda la vida. Había un deseo de amor, de un compromiso definitivo, pero tampoco conocía esto», relata sobre los primeros momentos en que algo en su interior le hacía plantearse su vocación.

Esta trayectoria, que incluye un acercamiento frustrado a un convento -«no había feeling, pero no con las monjas», relata- cuenta con dos puntos de inflexión. Por un lado, cuando un amigo le comunicó que se iba al noviciado para ser escolapio. Por otro, una peregrinación a Tierra Santa «que me marcó mucho», reconoce. En el primer caso, M.ª Teresa recuerda que al despedirse felicitó a su amigo diciéndole que le daba mucha envidia. «Cuando alguna amiga se casaba yo me alegraba pero veía que otras amigas solteras tenían un poco de envidia, pero cuando este chico se fue al noviciado yo tenía envidia mientras los demás se alegraban, fue un poco así como descubrí esta vocación», comenta, ya que precisamente este amigo quien le haría llegar información sobre la orden de las vírgenes consagradas tras comentar su caso con el maestro de novicios.

«Después de la experiencia de averiguar si tenía vocación de monja o no, me llegó la carta, pero no tenía ganas de mover nada ni plantearme nada. Pensaba, Señor, si quieres llamar, llama fuerte, pensaba hacer mi vida sin complicarme porque no quería otro disgusto», explica esta alcireña, que continuó su vida en la parroquia -está integrada en el Camino Neocatecumenal, los conocidos como «kikos»- «siempre con el deseo de que quería un compromiso definitivo en mi vida, algo que me llenara, pero a la vez no tenía mucho interés en planteármelo».

Una peregrinación a Tierra Santa cambió algo en ella -«hasta ese momento yo estaba bastante cerrada a cualquier tipo de vocación», apunta- y su posterior etapa laboral en el asilo de ancianos le ayudaron a definir su camino. «Algunas hermanas se daban cuenta de que tenía vocación y alguna me insistió en que me quedara, pero yo tenía claro que no, pero eso te hace cuestionarse cosas. Al preguntarme una vez si pensaba en el matrimonio o en la vida consagrada yo dije que matrimonio no, no sé por qué lo dije, pero salió así, y volví a plantearme el tema de la virginidad consagrada del que me habían hablado», expone. Finalmente, tras un fin de semana de reflexión organizado por la parroquia, tomó la decisión. «Confirmé que sentía una llamada y la llamada era continuar siendo seglar. Mi párroco vio que mi carita había cambiado y le dije que íbamos a impulsar esto porque era mi vocación», incidió.

Un rito antiquísimo

La consagración de vírgenes se generalizó en el siglo II, pero perdió protagonismo con el auge de las órdenes religiosas hasta casi desaparecer en el siglo XIII. En 1970, el Papa Pablo VI restauró la consagración de vírgenes seglares y promulgó el nuevo rito. El nuevo Código de Derecho Canónico de 1983 ya reconoce esta forma de vida consagrada en la Iglesia. Tras esta restauración en 2005 se consagró en València a la primera virgen seglar moderna, una mujer de Algemesí.

El cardenal Cañizares presidirá el sábado, en su primera visita a la parroquia del Lluch, un ritual que consiste en una pequeña presentación o llamada a la virgen, en la que M.ª Teresa Alemany debe manifestar su disponibilidad y que responde a la llamada de Dios; el escrutinio, en el que contesta a tres preguntas sobre sus intenciones y, posteriormente, como en la ordenación de un sacerdote, la postración, las letanías y la oración consagratoria. Una vez consagrada, tendrá lugar la imposición de las insignias de la virginidad consagrada, el velo que simboliza la venida del Espíritu Santo, el anillo que la casa formalmente con Jesucristo -«es casarse con él, yo lo veo así», comenta- y la entrega de la Liturgia de las Horas.

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