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Un siglo destructivo

La recopilación de edificios y otros elementos arquitectónicos desaparecidos en Alzira entre 1900 y 2000 revela una «destrucción masiva» de patrimonio histórico-artístico

El siglo XX hizo mucho daño al patrimonio histórico-artístico alcireño. Transformó la ciudad, no hay duda, pero la falta de sensibilidad y la apuesta por un urbanismo desarrollista cambió tramas urbanas al convertir el cauce del río en una avenida principal o ampliar las calles del centro histórico, originalmente estrechas, y provocó también una «destrucción masiva» de edificios que ha contribuido «al empobrecimiento de nuestro otrora rico patrimonio históricoartístico». La cita forma parte de la comunicación que el Cronista Oficial de la ciudad, Aureliano Lairón, expondrá en el Congreso Comarcal de Arquitectura tradicional y Patrimonio, Tradiarq, que arranca hoy en la capital de la Ribera Alta y que se prolongará hasta el sábado en las sedes de Cullera y Sueca.

Bajo el título «Lo que el siglo se llevó», Lairón repasa las construcciones desaparecidas en el período 1900-2000, que comenzó precisamente con el derribo de una de las arcadas del puente de San Bernardo «para facilitar el tránsito por el puente de carros y caballerías». No obstante, el también archivero municipal deja claro que el proceso había comenzado antes en una ciudad que llegó a tener siete conventos o monasterios, sin contar el de Aguas Vivas, de los que queda muy poco.

El trabajo agrupa por un lado las construcciones de carácter civil, y en este apartado repasa la desaparición de los dos grandes puentes que daban acceso a la vila, el de San Gregorio, destruido en 1920, y el de San Bernardo, del que se conservan los casalicios y que desapareció a mediados de los sesenta. Lairón valora la pérdida del cauce del río -hoy la avenida Santos Patronos- como «la mayor actuación urbanística del siglo» y, por otra parte, se detiene en las actuaciones que causaron daños irreparables en la muralla como el derribo en 1918 del torreón que existía en la subida del Pont de Ferro o la demolición de un tramo de muralla en 1971 entre la avenida Luis Suñer y la calle Salvador Enguix para construir el alcantarillado. No son las únicas acciones que dañaron lo que hoy es por ley un bien patrimonial protegido.

Otros edificios de carácter civil desaparecidos que enumera el relato de Lairón son los baños árabes, demolidos en 1947, varios molinos, el antiguo mercado municipal, los mataderos o el colegio Julio Tena, además de la estación sericícola, los refugios antiaéreos, los lavaderos públicos o la Casa del Pueblo, entre otros inmuebles.

La relación de construcciones religiosas es también amplia y Lairón repasa en la misma la desaparición de la iglesia de Santa María con su portalada gótica y su torre campanario -demolido el templo entre 1949 y 1951 y el campanario en 1957- e incluye en este apartado las iglesias de Santa Catalina y San Juan Bautista que sufrieron sendos incendios en mayo de 1936. Por otra parte, relata como en 1935 el ayuntamiento adoptó el acuerdo de derribar parte de la fachada del templo de San Agustín con la finalidad de convertir la calle Pérez Galdós en una de las vías más importantes de la ciudad -también desapareció el monasterio-, repasa el proceso de degradación sufrido por el monasterio de la Murta y recuerda que en 1910 se matenía en pie la Torre de las Campanas o de Poniente; la desaparición del convento de San Francisco, donde décadas después se construiría la fábrica de Cartonajes Suñer, del convento de San Bernardo o el de Santa Lucía, este último derribado en 1937

Aureliano Lairón repasa media docena de capillas desaparecidas en el siglo XX, al menos tres ermitas, entre ellas la original de la Muntanyeta, el colegio de las madres escolapias que se encontraba en la plaza Mayor, el de las franciscanas que estaba inicialmente ubicado en la calle Santa Lucía, el colegio y la capilla original de la Casa Beneficiencia, en el mismo emplazamiento que hoy ocupa el colegio Santos Patronos, el asilo de ancianos de la calle Sant Roc o diferentes paneles cedrámicos.

Por otra parte, la comunicación que Lairón presenta al congreso comarcal de arquitectura repasa la desaparción del teatro Serrano, en la calle San Vicente; El Moreral, en la calle Santos; el Teatro Cervantes, en la plaza Mayor o el Teatro Giner, en la calle Santa Teresa. También los daños sufridos por el Gran Teatro con motivo de las dos grandes inundaciones y dos incendios. Cita la desaparición de los cines Salomón, Reyno y Colón, de las terrazas de verano Casablanca, Piscina o Monterrey; los hoteles Colón, Reina Victoria o Royalti y la gran mayoría de almacenes de naranja.

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