La expresión Siglo de Oro se ha acuñado tradicionalmente a manifestaciones artísticas y culturales, desde la pintura hasta la literatura pasando por la arquitectura o la escultura. Aunque bien podría referirse al siglo XVIII en la localidad de Sueca. A partir del año 1700, el pueblo ribereño sufrió una transformación revolucionaria a través del cultivo del arroz, un punto de inflexión en su historia que es clave para entender la realidad actual. Este y otros detalles de la época se encuentran en «Consum familiar en la societat preindustrial valenciana. Contrastos entre el medi rural i urbà (Sueca-Xàtiva, 1700-1824)», un trabajo del investigador suecano Luis Rosado, que ha adaptado su tesis doctoral en libro recientemente.
En la obra, Rosado trata de entender la forma de vida valenciana a través del análisis de dos poblaciones: Sueca, más rural, y Xàtiva, una urbe de tamaño medio. Su trabajo se centra, sobre todo, en la documentación de la época, principalmente cartas dotales e inventarios de objetos, ya que en base a las posesiones se puede averiguar el nivel de vida de las personas que habitaban ambas poblaciones hace más de 300 años. Durante aquella época la evolución de Sueca fue superlativa. Según el trabajo del investigador, Xàtiva era una localidad mucho más avanzada que Sueca en base a los objetos que se poseían. A inicios de siglo XVIII, se observaban artículos que tardarían cerca de cincuenta años en llegar a la capital de la Ribera Baixa. Esta situación daría por completo la vuelta a finales de la centuria, cuando el crecimiento suecano era más palpable.
Hay un hecho que, por encima de todos, marcaría un antes y un después en Sueca. Durante el siglo XVIII, València creó una especie de cordón sanitario con respecto al arroz. El paludismo era una enfermedad que atemorizaba a la población y se consideró que el cultivo podría mejorar las aguas de l'Albufera y dicha circunstancia favoreció a Sueca, ya que se prohibió su cultivo en muchas otras zonas. Además, se produjo un movimiento de población desde el centro de la provincia a la periferia (al igual que un efecto llamada que produjo un gran movimiento migratorio desde zonas de Aragón o Castilla la Mancha) ya que se necesitaba mano de obra para el cultivo y la siega, así como para la construcción de acequias.
Sueca era una localidad eminentemente agraria, se desarrollaba lentamente ya que los agricultores eran poco dados a la innovación. Se calcula que 9 de cada 10 habitantes eran labradores dedicados al arroz. Se convirtió en un cultivo esencial para cubrir las necesidades alimentarias de una población creciente, ya que era un buen sustituto nutricional del trigo. Ya que gran parte de las personas que habitaban Sueca se dedicaban al trabajo en el campo, eso se reflejaba también en sus posesiones. Las viviendas eran muy estrechas, ya que se utilizaban básicamente para dormir. Esto también implicaba que, por ejemplo, muchas personas tuvieran simples colchones en vez de camas. O que sólo poseyeran unas pocas piezas de ropa.
A medida que avanzó el siglo, la situación cambió y mejoró de forma sustancial, de hecho, el aumento de piezas de ropa en los inventarios fúnebres es uno de los signos que indica esa situación más favorable. Otro, por ejemplo, es el consumo del chocolate, que se considera una de las bebidas más populares de la época y que daba pie a reuniones de tipo social, en las que algunas personas aprovechaban para hacer gala de su ostentación y proyectar su imagen social.
Además de estos cambios, también se modificaron algunos de los oficios. El propio cultivo del arroz también permitió avanzar en esa línea, ya que el crecimiento de la población provocó, a su vez, dar cabida a una serie de servicios y necesidades que se debían cubrir y que, eran propios de municipios más desarrollados. Sueca estaba un paso más cerca de convertirse en la ciudad que es hoy.
