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Sumacàrcer maquilla la muerte

La necrópolis ribereña cuenta con rasgos del modernismo en torreones o cúpulas y en el uso de cerámicas policromadas

Sumacàrcer maquilla la muerte

«La belleza y la muerte son dos cosas profundas, con tal parte de sombra y de azul que diríanse dos hermanas terribles a la par que fecundas, con el mismo secreto, con idéntico enigma». Las palabras son de Víctor Hugo pero la relación de los dos conceptos (de los dos mundos inicialmente distantes) es ancestral. Desde tiempos inmemoriales, prácticamente desde que hay concepción de la existencia de seres humanos sobre la tierra, se realizan enterramientos en los que la estética es un elemento ineludible. El paso a la nueva vida (eso se ha creído durante siglos) debe ir bien condimentado y bien perfilado. Dicha intencionalidad y la necesidad de adaptarse a un terreno particular han hecho que el cementerio de Sumacàrcer opte hoy a ser elegido como el más bonito del territorio español. Y eso que existen camposantos que cuentan con maravillosos planos, con historias que se cuentan de generación en generación y con la presencia entre sus muertos de insignes personajes presentes en los libros de historia. La necrópolis ribereña no necesita esos «añadidos» y se vale con una ubicación que le ofrece un panorama de envidia, con buena parte de los términos municipales de Sumacàrcer y Antella y la belleza del río Xúquer. Además, su edificación en la montaña que corona el castillo obligó a los diseñadores a pensarlo en diferentes niveles, dotándolo de una gran particularidad. El ayuntamiento que comanda el socialista Txema Peláez ha iniciado una campaña a través de las redes sociales para conseguir que su cementerio acabe siendo el más votado. El consistorio, junto a la parroquia, decidió apuntarse por primera vez a un concurso que cumple este año con su cuarta edición, organizado por la revista digital «Adiós».

Junto a la necrópolis sumacarcelina se presentaron otras setenta y nueve candidaturas, de las que esta semana se han seleccionado diez. Exactamente son los cementerios de Dumbría en A Coruña, Luarca en Asturias, Villaluenga del Rosario en Cádiz, Olvera también en Cádiz, Castro Urdiales en Cantabria, Lloret de Mar en Girona, Teguise en Lanzarote, Olius en Lleida y Casabermeja en Málaga, además de Sumacàrcer.

El cementerio parroquial (que empezó a construirse en 1918 y se finalizó en 1922) se sitúa en la denominada Solana del Castellet, a los pies de la montaña del Castell de Peñarroya. La organización lo ha considerado interesante por varios motivos. Uno de ellos es su enclave geográfico, puesto que el cementerio se encuentra a los pies de la montaña coronada por el castillo de Peñarroya y se integra en el paisaje ofreciendo espectaculares vistas y panorámicas al río Xúquer, las montañas del macizo del Caroig, los campos de naranjos y el término municipal de Sumacàrcer. A nivel histórico, fue mandado construir por el párroco Alejo Sendra Tarrazó en 1918, con el objeto de subsanar los problemas sanitarios que ocasionaba el antiguo cementerio. De este modo, el párroco proyectó el nuevo con unas mejores condiciones para la salud pública, y el Conde de Orgaz, Esteban Crespí de Valldaura, donó tres hanegadas de tierra de la Solana del Castellet a la iglesia con tal fin. El miembro del Consell Valencià de Cultura Jesús Huguet, gran especialista en cementerios, opina que en el camposanto de Sumacàrcer se muestra «una visión propia de la concepción prehistórica de la muerte, con un promontorio para que le dé el sol. Es una concepción ancestral que defiende que el muerto está de alguna forma vivo». Por último, la página especializada en cementerios también ha valorado, a nivel artístico, el paisaje necrológico de gran singularidad que se ofrece en Sumacàrcer, formado por un conjunto arquitectónico y escultórico monumental compuesto por hileras de nichos, nueve panteones con cúpulas y una capilla, que confieren al camposanto una imagen de gran valor artístico.

Dada la época de su construcción, en pleno apogeo del Modernismo, el cementerio presenta varios rasgos típicos de esta corriente arquitectónica, como se puede apreciar en sus torreones, sus cúpulas y el uso de tejas y cerámicas policromadas.

El hecho de estar ubicado en la ladera de una montaña, le confiere un aspecto más propio de una fortaleza o castillo, en el que se dan tres niveles de altura, algo poco habitual en este tipo de construcciones, ya que la mayoría suelen ser de una planta rectangular a nivel del terreno. Es por ello que las vistas que se obtienen desde el mismo son más propias de un mirador turístico que no las de un camposanto.

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