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Un agricultor de Alginet consigue cultivar un calabacín de un metro y 10,7 kilos

El labrador se sorprendió al ver que la pieza crecía casi tres centímetros al día El fruto es comestible y jugoso pese a su enorme tamaño

Selfa, en su huerta, sosteniendo el calabacín de 10,7 kilos. vicent m. pastor

Un agricultor de Alginet ha logrado cultivar en su pequeño huerto un calabacín que alcanza el metro de longitud y los 10,7 kilogramos de peso junto a otros de menor tamaño aunque más grandes de los que se producen de forma habitual. Y lo ha hecho sin pretenderlo y sin utilizar los aditivos químicos que se emplean para que este tipo de verduras alcance estos tamaños inusuales. Además, y para asombro de los vecinos, se trata de piezas jugosas y aptas para el consumo, lo que es más sorprendente, pues habitualmente cuando se producen este tipo de mutaciones el producto carece de calidad. Sin embargo, toda la gente que ha probado estas verduras de gran tamaño coincide en que el sabor es muy agradable.

Jaime Selfa es andaluz, aunque desde los 11 años reside en Alginet, donde aterrizó su familia en su día contestando a la llamada de la multinacional Ford. Se dedica a la naranja y trabaja en la cooperativa de su municipio, donde además cultiva desde el pasado mes de octubre de 2016 una pequeña parcela de 30 m2 de huerta urbana, donde practica agricultura ecológica. Allí tiene tomates, lechugas, zanahorias, pimientos y berenjenas, productos a los que desde hace apenas 5 meses les acompañan también los calabacines. «El calabacín no es una verdura que me guste mucho, pero la planté para tener de todo y desde el principio me sorprendió», indica Selfa. De hecho, el labrador cuenta que ya las primeras piezas que cosechó eran más grandes de lo habitual, que está por debajo del medio kilo. Sin embargo, su sorpresa fue mayor cuando empezaron a surgir auténticas piezas gigantescas. «El más grande alcanza el metro de longitud y los 10,7 kilos de peso, pero he cultivado otros tres que giran entorno al medio metro y superan los 5 kilos», asegura. «Esos tres ya han caído», se ríe. De hecho, explica que los probaron sus familiares, vecinos y amigos y todos coincidieron en la calidad del fruto. «Alguna gente me decía que para qué quería yo eso, sí no me lo iba a poder comer, y en realidad han salido muy buenos», dice Selfa, quien recuerda que «medí la pieza más grande, que estaba en 67 centímetros, y a los 6 días había alcanzado los 80 centímetros. Crecía casi 3 centímetros por día», afirma.

Causa desconocida

El agricultor desconoce cuál es la causa del gran tamaño de sus piezas, aunque afirma haber colocado en su parcela una orgonita piramidal, una pieza formada por resina, metales y cuarzos cristalinos que invierte las energías negativas por positivas y revierte la contaminación atmosférica, la contaminación del suelo y del agua lo que, según había escuchado, beneficia el crecimiento del cultivo. No obstante, desconoce si ha tenido alguna incidencia en los calabacines.

Por el momento, la pieza de 10,7 kilos permanece en la casa familiar a la espera de hincarle el diente. No obstante, Selfa indica que si a algún coleccionista o aficionado le interesa adueñarse de la verdura, «me lo plantearé». El labrador, por otra parte, sí que tiene un mensaje para la gente que lo esté pasando mal y se decida a apostar por una pequeña huerta personal. «Con pocos recursos pueden tener una buena variedad de comida sana. Yo les animo a intentarlo», concluye.

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