Para los residentes, poder recibir una vez a la semana a los niños, supone un estímulo. Andrés Cervelló y Teresa Sotos coinciden en que el programa debería continuar. «Estamos viviendo una segunda juventud. Nos sentimos muy queridos», confirman.
Esta actividad se une al currículum de la residencia, un espacio donde el buen trato a las personas se impone por encima de todo. La prueba: aforo completo y con solicitudes por atender.